jueves, 31 de mayo de 2012

EXPOSICION DEL SANTISIMO SACRAMENTO




LA ANTIGUA Y FERVOROSA HERMANDAD Y COFRADIA DEL
SANTISIMO SACRAMENTO
DE LA DIVINA PASTORA DE LAS ALMAS Y
ANIMAS BENDITAS DEL PURGATORIO
Establecida canónicamente en la Parroquia
de Santa María Magdalena


CELEBRARA
El sábado día 2 de Junio de 19 a 20 horas

SOLEMNE EXPOSICION DEL SANTISIMO
Como preparación a la Festividad del

CORPUS CHRISTI

Dos Hermanas, Junio del Año del Señor de 2012
A.M.G.D.                                 B.M.V.

domingo, 27 de mayo de 2012

EVANGELIO DEL DOMINGO. DOMINGO DE PENTECOSTES





Día litúrgico: Pentecostés (Misa del día)
Texto del Evangelio (Jn 20,19-23): Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros». Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío». Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Comentario: Mons. Josep Àngel SAIZ i Meneses Obispo de Terrassa (Barcelona, España)
«Recibid el Espíritu Santo»
Hoy, en el día de Pentecostés se realiza el cumplimiento de la promesa que Cristo había hecho a los Apóstoles. En la tarde del día de Pascua sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo» (Jn 20,22). La venida del Espíritu Santo el día de Pentecostés renueva y lleva a plenitud ese don de un modo solemne y con manifestaciones externas. Así culmina el misterio pascual.

El Espíritu que Jesús comunica crea en el discípulo una nueva condición humana y produce unidad. Cuando el orgullo del hombre le lleva a desafiar a Dios construyendo la torre de Babel, Dios confunde sus lenguas y no pueden entenderse. En Pentecostés sucede lo contrario: por gracia del Espíritu Santo, los Apóstoles son entendidos por gentes de las más diversas procedencias y lenguas.

El Espíritu Santo es el Maestro interior que guía al discípulo hacia la verdad, que le mueve a obrar el bien, que lo consuela en el dolor, que lo transforma interiormente, dándole una fuerza, una capacidad nuevas.

El primer día de Pentecostés de la era cristiana, los Apóstoles estaban reunidos en compañía de María, y estaban en oración. El recogimiento, la actitud orante es imprescindible para recibir el Espíritu. «De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno» (Hch 2,2-3).

Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y se pusieron a predicar valientemente. Aquellos hombres atemorizados habían sido transformados en valientes predicadores que no temían la cárcel, ni la tortura, ni el martirio. No es extraño; la fuerza del Espíritu estaba en ellos.

El Espíritu Santo, Tercera Persona de la Santísima Trinidad, es el alma de mi alma, la vida de mi vida, el ser de mi ser; es mi santificador, el huésped de mi interior más profundo. Para llegar a la madurez en la vida de fe es preciso que la relación con Él sea cada vez más consciente, más personal. En esta celebración de Pentecostés abramos las puertas de nuestro interior de par en par.
Comentario: Rev. D. Joan MARTÍNEZ Porcel (Barcelona, España)
MISA DE LA VIGILIA (Jn 7,37-39) «De su seno correrán ríos de agua viva»
Hoy contemplamos a Jesús en el último día de la fiesta de los Tabernáculos, cuando puesto en pie gritó: «Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba el que crea en mí, como dice la Escritura: ‘De su seno correrán ríos de agua viva’» (Jn 7,37-38). Se refería al Espíritu.

La venida del Espíritu es una teofanía en la que el viento y el fuego nos recuerdan la trascendencia de Dios. Tras recibir al Espíritu, los discípulos hablan sin miedo. En la Eucaristía de la vigilia vemos al Espíritu como un “río interior de agua viva”, como lo fue en el seno de Jesús; y a la vez descubrimos que también, en la Iglesia, es el Espíritu quien infunde la vida verdadera. Habitualmente nos referimos al papel del Espíritu en un nivel individual, en cambio hoy la palabra de Dios remarca su acción en la comunidad cristiana: «El Espíritu que iban a recibir los que creyeran en Él» (Jn 7,39). El Espíritu constituye la unidad firme y sólida que transforma la comunidad en un solo cuerpo, el cuerpo de Cristo. Por otra parte, él mismo es el origen de la diversidad de dones y carismas que nos diferencian a todos y a cada uno de nosotros.

La unidad es signo claro de la presencia del Espíritu en nuestras comunidades. Lo más importante de la Iglesia es invisible, y es precisamente la presencia del Espíritu que la vivifica. Cuando miramos la Iglesia únicamente con ojos humanos, sin hacerla objeto de fe, erramos, porque dejamos de percibir en ella la fuerza del Espíritu. En la normal tensión entre unidad y diversidad, entre iglesia universal y local, entre comunión sobrenatural y comunidad de hermanos necesitamos saborear la presencia del Reino de Dios en su Iglesia peregrina. En la oración colecta de la celebración eucarística de la vigilia pedimos a Dios que «los pueblos divididos (...) se congreguen por medio de tu Espíritu y, reunidos, confiesen tu nombre en la diversidad de sus lenguas».

Ahora debemos pedir a Dios saber descubrir el Espíritu como alma de nuestra alma y alma de la Iglesia.

CARTEL CORPUS 2012


Al igual que el año anterior, el original del cartel del presente año es una pintura realizada por nuestro hermano Juan Miguel Martín Mena.

PENTECOSTES



Una festividad universal de la iglesia, mediante la cual se conmemora el descendimiento del Espíritu Santo sobre los Apóstoles, a los cincuenta días después de la Resurrección de Cristo, en el festival judío llamado "festejo de las semanas" o Pentecostés (Ex., xxxiv, 22; Deut., xvi, 10). En algunos lugares es llamado el "domingo de blanco" ("whitesunday") debido a los ropajes blancos que son portados por aquellos que son bautizados durante la vigilia. Pentecostés ("Pfingsten" en alemán), es la denominación griega por "quincuagésimo", 50o., día después de la Pascua.
Se trata de una festividad cristiana que data del siglo primero, aunque no hay evidencia de que haya sido observada tan antiguamente como la Pascua, el pasaje en Corintios I (xvi, 8) probablemente se refiere a una festividad judía. Esto no es sorprendente ya que el festejo originalmente duraba un sólo día y se realizaba en domingo. Además estaba muy estrechamente relacionada con la Pascua de manera que se podría tratar de una actividad en la terminación pascual.
El hecho de que Pentecostés era una festividad que ya pertenecía a los tiempos apostólicos lo constata el séptimo de los fragmentos (interpolados) cuya autoría es atribuida a San Irineo. En Tertuliano (De bat., xix) el festival aparece como ya firmemente establecido. El Peregrino Gallic, da detallada cuenta de como esta festividad era observada de manera solemne en Jerusalén ("Peregin. Silvae", ed. Geyer, iv). Las Constituciones Apostólicas (V, xx, 17) señalan que Pentecostés tenía la duración de una semana, pero en Occidente no fue observada su ejecución de ocho días sino hasta fecha más tarde. De acuerdo a Berno de Reichenau (1048) fue un aspecto controversial la duración del festejo de Pentecostés. En la actualidad la fiesta tiene un rango similar al del Domingo de Resurrección o Pascua. Durante la vigilia, los catecúmenos eran bautizados, consecuentemente, las ceremonias del sábado eran similares a las observadas en Sábado Santo.
El oficio de Pentecostés tiene sólo un nocturno, durante toda la semana. En la tercera hora tiene el "Veni Creator", el cual es cantado en lugar del himno de costumbre, debido a que en el tercera hora se considera que descendió el Espíritu Santo. La Misa completa tiene una secuencia de "Veni Sancte Spiritus", la autoría del cual se atribuye al Rey Roberto de Francia. El color del ropaje sacerdotal es rojo, como un símbolo de las lenguas de fuego que descendieron.
Con anterioridad, las cortes no funcionaban durante la semana entera y los trabajos clericales fueron prohibidos. El Concilio de Constanza (1094), limitó estas prohibiciones a los primeros tres días de la semana. El resto correspondiente al sábado (sabat) y el martes, fueron abolidos en 1771, y en muchos territorios de misión también el lunes. Este último día fue eliminado de observancia estricta por San Pío X en 1911. Aún hoy día, tal y como sucede en la Pascua, el rango litúrgico de lunes y martes de la semana de Pentecostés el del tipo Doble de Primera Clase. 

En Italia fue costumbre que se lanzaran pétalos de rosas desde el cielo de las iglesias, simbolizando así el milagro de las lenguas de fuego, con base en ello, el domingo de Pentecostés es llamado en Sicilia y en otras regiones italianas, como Pascha Rosatum, nombre que proviene del uso de los ropajes rojos de la ocasión. En Francia la costumbre incluyó el toque de trompetas durante los servicios, con el objeto de recordar el sonido y estruendo que debió acompañar el descenso del Espíritu Santo. En Inglaterra, la nobleza se entretenía con carreras de caballos. En la actualidad el festival de Whitsun Ales es prácticamente obsoleto.
En las vísperas de Pentecostés, en las iglesias orientales, servicios extraordinarios con genuflexión o arrodillamientos, fueron acompañados por largas lecturas y recitaciones poéticas y de los salmos (de Maltzew, "Fasten-und Blumen Triodion", p. 898 en donde se identifica el servicio completo de carácter greco-ruso; también en Baumstark, "Jacobit, Fest Brevier", p. 255). Para los festejos de Pentecostés, los rusos llevan flores y ramas verdes en sus manos.

miércoles, 16 de mayo de 2012

TURNO DE ADORACION AL SANTISIMO


LA ANTIGUA Y FERVOROSA HERMANDAD Y COFRADIA DEL
SANTISIMO SACRAMENTO,
DIVINA PASTORA DE LAS ALMAS
Y
ANIMAS BENDITAS DEL PURGATORIO
CELEBRARA TURNO DE ADORACION AL
SANTISIMO SACRAMENTO
EN EL SAGRARIO DE LA PARROQUIA STA. Mª. MAGADALENA
El día 18 de MAYO DE 19 A 20 horas
SE COMUNICA A LOS HERMANOS LA OBLIGACION DE ASISTIR
ROGANDOLES PNTUALIDAD
Dos Hermanas, MAYO del Año del Señor de 2012
A.M.G.D. B.M.V.

QUE NO SE NOS OLVIDE



marca la X a su favor?

Contribuir al sostenimiento básico de la Iglesia (celebrar el culto, retribuir a las personas dedicadas a la Iglesia y llevar a cabo los proyectos pastorales) para que pueda continuar realizando su labor tanto a nivel pastoral como social.
Los ingresos obtenidos a través de la X en la Declaración de la Renta suponen entre el 25% y el 30% de las necesidades de la Iglesia. El resto lo recibe de las aportaciones voluntarias de los católicos.
No tiene coste alguno para el contribuyente. Vd. no paga más y el 0,7% de sus impuestos se destinará a colaborar para que la Iglesia siga desarrollando su labor.

Destacamos lo más importante de esta labor:
  • Celebrar el Culto: La celebración de la Santa Misa y de los sacramentos: Bautismo, Confirmación, Comunión, Matrimonio, Orden sacerdotal. También las demás celebraciones: Funerales, celebraciones de piedad ordinaria y popular, fiestas, etc. Hay que mantener los templos: parroquias y ermitas
  • Retribución del clero: Retribución de los sacerdotes. Sostener los Seminarios donde se forman los sacerdotes. Sueldos del personal que está directamente al servicio de la pastoral
  • Acciones pastorales y caritativas: Ofrecer la adecuada preparación catequética y teológica a quienes han solicitado recibir los sacramentos. En los centros parroquiales y en las distintas oficinas y despachos se realizan todo tipo de actividades formativas, caritativas y de promoción social. También sirven de referencia para cuantos necesitan atención personalizada en situaciones de conflicto, personal, familiar, etc, o ante situaciones de falta de salud y en estado de soledad; también en momentos felices y tristes de la vida. Y otras muchas actividades en beneficio de la sociedad en general
La importante labor pastoral y asistencial que la Iglesia aporta a la sociedad se extiende a través de: más de 23.000 parroquias, cerca de 850 monasterios de clausura, más de 200 hospitales y ambulatorios, más de 300 guarderías, más de 900 orfanatos, más de 1.600 Centros de Acogida y reinserción Social y Familiar.
Si realiza la Declaración usted mismo: No olvide que tiene esta opción y que basta con marcar la casilla de la Iglesia Católica para colaborar.
Si le ayuda un tercero (oficinas de Hacienda, asesor fiscal, un familiar o algún Banco o Caja, etc) No olvide recordarle que su deseo es marcar la casilla a favor de la Iglesia Católica.
Si usted ha recibido el borrador en casa y desea modificarlo puede hacerlo:
  • Por Internet: en el impreso que ha recibido se le facilita una clave alfanumérica de acceso restringido a su borrador que le permitirá hacer las modificaciones que considere oportunas a través de la Web de la Agencia Tributaria
  • Por teléfono: en el 901 200 345 (Renta Asistencia)
  • Personalmente: En las oficinas de la Agencia Tributaria previa cita concertada a través de Internet o en el teléfono 901 22 33 44



domingo, 13 de mayo de 2012

CARTA DE NUESTRO SR. ARZOBISPO. MAYO MES DE MARIA


                                                                                                                              Foto: Pedro Carrasco Postigo


Carta del domingo, 6 de mayo de 2012

Queridos hermanos y hermanas:
Os confieso que uno de los recuerdos más entrañables de mi infancia y de mis años de Seminario son las flores de mayo. Recuerdo con nostalgia los ramilletes de flores de humildes amapolas y lirios silvestres que nos preparaban nuestras madres para poner a los pies de la Virgen después de recitarle una sencilla poesía en la parroquia o el colegio. Recuerdo también las flores espirituales que los seminaristas recogíamos por la mañana antes de llegar a la capilla, con un obsequio a la Señora, que depositábamos a sus pies y que a lo largo del día tratábamos de cumplir. Recuerdo, por fin, las sentidas consagraciones a María que hacíamos por cursos y la de todo el Seminario en el último día de mayo. Hoy muchas de estas prácticas devocionales han desaparecido, y no deja de ser una lástima. Estoy convencido de que nos sirvieron muy mucho para enraizar en nuestro corazón la devoción y el amor a la Virgen.
En los últimos decenios, no han faltado quienes nos han dicho, con palabras explícitas o con actitudes, que la devoción a la Virgen es algo poco recio, demasiado blandengue y sentimental y, por ello, impropio de personas espiritualmente maduras. Algunos se han atrevido a afirmar que la devoción a María es algo accidental, un adorno del que se puede prescindir. Otros, por fin, han asegurado que el culto y el amor a la Virgen nos distrae y aleja de Jesucristo, el único mediador y salvador.
Ni qué decir tiene que estas afirmaciones no son verdaderas. La Santísima Virgen ocupa un lugar central en el misterio de Cristo y de la Iglesia y, por ello, la devoción y el amor a Santa María pertenecen a la entraña misma de la piedad cristiana. Ella es la madre de Jesús. Ella, como peregrina de la fe, aceptó humilde y confiada, su misteriosa maternidad, haciendo posible la encarnación del Verbo. Ella fue la primera en admirar los milagros de su Hijo, la primera oyente de su palabra, su más fiel y atenta discípula, la encarnación más verdadera del Evangelio. Ella, por fin, al pie de la Cruz, nos recibe como hijos y acepta el dolor y la muerte de su Hijo y lo ofrece al Padre, convirtiéndose por un misterioso designio de la Providencia de Dios, en corredentora de toda la humanidad. Por ser madre y corredentora, es medianera de todas las gracias necesarias para nuestra salvación, para nuestra santificación y para nuestra fidelidad, lo cual en absoluto oscurece o disminuye la única mediación de Cristo. Todo lo contrario. Esta mediación maternal es querida por Cristo y se apoya y depende de los méritos de Cristo y de ellos obtiene toda su eficacia (LG 60).
La maternidad de María y su misión de corredentora no es algo que pertenece al pasado. Siguen vigentes, siguen siendo actuales: ella asunta y gloriosa en el cielo, sigue actuando como madre, con una intervención activa, eficaz y benéfica en favor de nosotros sus hijos, impulsando, vivificando y dinamizando nuestra vida cristiana. Esta ha sido la doctrina constante de la Iglesia, enseñada por los Padres de la Iglesia, vivida en la liturgia, celebrada por los escritores medievales y por nuestros más esclarecidos poetas, pintada o esculpida por nuestros mejores artistas, especialmente en nuestra Andalucía, tierra de María Santísima, enseñada por los teólogos y, sobre todo, por los Papas de los dos últimos siglos.
Por ello, la devoción a la Virgen, conocerla, amarla e imitarla, vivir una relación filial con ella, acudir a Ella cada día, honrarla con el rezo del ángelus, las tres avemarías, el rosario u otras devociones recomendadas por la Iglesia, no es algo accidental de lo que podamos prescindir sin que se conmuevan los cimientos mismos de nuestra vida cristiana.
En la exhortación apostólica Marialis cultus, Pablo VI nos dejó escrita una frase que yo querría que se grabara en nuestros corazones: "Para ser auténticamente cristianos, hay que ser verdaderamente marianos". Efectivamente, María es el Arca de la Alianza, el lugar de nuestro encuentro con el Señor; refugio de pecadores, consuelo de los afligidos y remedio y auxilio de los cristianos; ella es la estrella de la mañana que nos guía y orienta en nuestra peregrinación por este mundo; ella es salud de los enfermos del cuerpo y del alma. Ella es, por fin, la causa de nuestra alegría y la garantía de nuestra fidelidad.
Honremos, pues, a la Virgen cada día de nuestra vida y muy especialmente en este mes de mayo. Acudamos a visitarla en sus santuarios y ermitas con amor y sentido penitencial. Qué bueno sería que en nuestras parroquias se restauraran las flores u otras devociones parecidas. El amor y el culto a la Virgen es un motor formidable de dinamismo espiritual, de fidelidad al Evangelio y de vigor apostólico. Que nunca nos acostemos tranquilos sin haber tenido un detalle filial con Nuestra Señora.
Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.
+ Juan José Asenjo Pelegrina, Arzobispo de Sevilla.




EVANGELIO DOMINGO 13 DE MAYO. DOMINGO VI (B) DE PASCUA



Día litúrgico: Domingo VI (B) de Pascua

Texto del Evangelio (Jn 15,9-17): En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado.

»Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. Lo que os mando es que os améis los unos a los otros».
Comentario: Rev. D. Francesc CATARINEU i Vilageliu (Sabadell, Barcelona, España)
«A vosotros os he llamado amigos»
Hoy celebramos el último domingo antes de las solemnidades de la Ascensión y Pentecostés, que cierran la Pascua. Si a lo largo de estos domingos Jesús resucitado se nos ha manifestado como el Buen Pastor y la vid a quien hay que estar unido como los sarmientos, hoy nos abre de par en par su Corazón.

Naturalmente, en su Corazón sólo encontramos amor. Aquello que constituye el misterio más profundo de Dios es que es Amor. Todo lo que ha hecho desde la creación hasta la redención es por amor. Todo lo que espera de nosotros como respuesta a su acción es amor. Por esto, sus palabras resuenan hoy: «Permaneced en mi amor» (Jn 15,9). El amor pide reciprocidad, es como un diálogo que nos hace corresponder con un amor creciente a su amor primero.

Un fruto del amor es la alegría: «Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros» (Jn 15,11). Si nuestra vida no refleja la alegría de creer, si nos dejamos ahogar por las contrariedades sin ver que el Señor también está ahí presente y nos consuela, es porque no hemos conocido suficientemente a Jesús.

Dios siempre tiene la iniciativa. Nos lo dice expresamente al afirmar que «yo os he elegido» (Jn 15,16). Nosotros sentimos la tentación de pensar que hemos escogido, pero no hemos hecho nada más que responder a una llamada. Nos ha escogido gratuitamente para ser amigos: «No os llamo ya siervos (...); a vosotros os he llamado amigos» (Jn 15,15).

En los comienzos, Dios habla con Adán como un amigo habla con su amigo. Cristo, nuevo Adán, nos ha recuperado no solamente la amistad de antes, sino la intimidad con Dios, ya que Dios es Amor.

Todo se resume en esta palabra: “amar”. Nos lo recuerda san Agustín: «El Maestro bueno nos recomienda tan frecuentemente la caridad como el único mandamiento posible. Sin la caridad todas las otras buenas cualidades no sirven de nada. La caridad, en efecto, conduce al hombre necesariamente a todas las otras virtudes que lo hacen bueno».

domingo, 6 de mayo de 2012

TEMA DE REFLEXION PARA EL MES DE MAYO



La Eucaristía, cercanía de Cristo (II)

Dios habló cara a cara con Adán en el paraíso. Dios Uno y Trino se nos manifiesta en la tierra, en la inmediatez de la realidad de carne, en la Persona de Jesucristo, Dios y hombre verdadero. En la nueva creación, y para que podamos vivir con Él nuestra realidad de ser hijos de Dios, Dios quiere mantener esta cercanía con el hombre; y una cercanía más íntima que la vivida en el Paraíso.
Después de la Redención, esa cercanía sólo puede darse en Cristo Jesús, personalmente, en y con la Persona de Cristo. Las palabras del Evangelio de San Juan son muy claras: "Jesús dijo en voz alta: El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado. Y el que me ve a mí, ve al que me ha enviado" (12, 44-45). Más adelante, subraya, ante la petición de Felipe de que le muestre al Padre: "Felipe, hace tanto tiempo que estoy con vosotros, ¿y no me has conocido? Quien me ha visto a mí, también ha visto al Padre" (Jn 14, 9).
¿No podrán ver al Padre quienes no hayan contemplado en la tierra el rostro de Cristo? ¿No podrán conversar con el Padre quienes no hayan intercambiado palabras con Cristo en los caminos de la tierra?
¿Por qué esta afirmación tan neta del Catecismo?
La respuesta es clara, Jesucristo instituye la Eucaristía; y en la Eucaristía, Él está siempre presente con nosotros, para seguir caminando también con nosotros, con cada uno de nosotros, y ayudarnos a descubrir al Padre. “En la Eucaristía la gloria de Cristo está velada (...). Sin embargo, precisamente a través del misterio de su total ocultación, Cristo se hace misterio de luz, gracias al cual el creyente se ve introducido en las profundidades de la vida divina” (Juan Pablo II, Mane nobiscum Domine, n. 11).
Y en la Eucaristía, Cristo realiza sus palabras en el espíritu del creyente: "Ésa es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único verdadero Dios, y al que tú enviaste, Jesús, el Mesías" (Jn 17, 3).
“Me explico tu afán de recibir a diario la Sagrada Eucaristía, porque quien se siente hijo de Dios tiene imperiosa necesidad de Cristo” (Forja n. 830).
En la Eucaristía, el cristiano ve el rostro de Cristo, intercambia palabras con el mismo Cristo. Considerada de esta forma, la nueva vida que Dios dona a los hombres, después de la Encarnación y de la Redención, la Eucaristía es fuente y cima de toda la vida cristiana (Lumen gentium, 11). "Los demás sacramentos, como también todos los ministerios eclesiales y las obras de apostolado, están unidos a la Eucaristía y a ella se ordenan. La sagrada Eucaristía contiene, en efecto, todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua" (Presbiterorum ordinis, 5) (Catecismo, n. 1324).
En la Eucaristía encontramos y vivimos a Cristo; cada uno de nosotros, en la individualidad de su yo, de su persona, se une a Dios, conoce a Dios que, en Cristo se ha hecho presente en la historia de los hombres, en la historia personal de cada ser humano. Sin la Eucaristía no seríamos verdaderamente cristianos, porque viviríamos lejos de Cristo.
“La fe nos pide que estemos ante la Eucaristía con la conciencia de estar ante el propio Cristo. Precisamente su presencia da a las demás dimensiones –de banquete, de memorial de la Pascua, de anticipación escatológica- un significado que trasciende, con mucho, el de un mero simbolismo. La Eucaristía es misterio de presencia, por medio del cual se realiza de forma suprema la promesa de Jesús de permanecer con nosotros hasta el fin del mundo”. (Juan Pablo II, Mane nobiscum Domine, n. 16).
Unidos a Cristo Eucaristía, en una verdadera unión de fe, de esperanza, de caridad, permitimos que el mismo Jesucristo nos ayude y viva con nosotros la realidad de la nueva creación, la gracia. Y, convertidos a la divinidad injertada en nuestra humanidad, podemos, viviendo precisamente la Santa Misa "con Cristo, por Cristo, en Cristo", introducirnos en la misión de Cristo: adorar, reparar, dar gracias, pedir gracias, a Dios Padre Omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo. 
Así lo expresa Jose María Escrivá: “Vivir la Santa Misa es permanecer en oración continua; convencernos de que, para cada uno de nosotros, es éste un encuentro personal con Dios: adoramos, alabamos, pedimos, damos gracias, reparamos por nuestros pecados, nos purificamos, nos sentimos una sola cosa con Cristo, con todos los cristianos” (Es Cristo que pasa, n. 88).
* * * * * *



Cuestionario

  • ¿Me arrodillo con devoción al pasar delante del Sagrario, sabiendo que me arrodillo ante Cristo?
  • ¿Saludo con frecuencia al Señor en el Sagrario más cercano a mi casa? ¿Le doy gracias porque ha querido quedarse tan cerca de mí?
  • En los momentos de soledad y de gozo, ¿sé que Cristo me espera en el Sagrario para compartir mi pena, para vivir conmigo la alegría?


LAS VOCACIONES DON DE LA CARIDAD DE DIOS



Carta con motivo de la XLIX Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones (29-IV-2012)

Queridos hermanos y hermanas:
El domingo IV de Pascua que hoy celebramos es conocido como el domingo del Buen Pastor. El evangelio de hoy nos presenta a Jesucristo como el heredero del amor paternal con que Dios mismo guiaba en el Antiguo Testamento al pueblo de su elección. Jesús, en efecto, es el Buen Pastor, que llama y reúne a sus ovejas, las conoce por su nombre, las cuida, guía y conduce a frescos pastizales; que busca a la oveja perdida y que en su inmolación pascual da la vida por sus ovejas. La alegoría del Buen Pastor encontró en las primeras comunidades cristianas una acogida entusiasta. Entró en la iconografía de las catacumbas y de las primeras basílicas bajo la figura del pastor que cuida con abnegación a su rebaño y lleva sobre sus hombros a la más débil de sus ovejas. Los Santos Padres acogieron también cálidamente esta imagen para presentar a Cristo como el guardián de la Iglesia, rabadán del rebaño y modelo de pastores.
En este contexto litúrgico, celebramos además la XLIX Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones bajo el lema "Las vocaciones don de la caridad de Dios”. En ella se nos recuerda un año más que en la tarea salvadora, que tiene como fuente el misterio pascual, el Señor necesita colaboradores para cumplir la misión recibida del Padre y que Él confió a sus Apóstoles. A través de humildes instrumentos humanos, el Señor ha de seguir predicando, enseñando, perdonando los pecados, acogiendo a todos, sanando y santificando. Son las distintas vocaciones que el Espíritu suscita en su Iglesia para seguir a Jesucristo, Buen Pastor, viviendo como Él en castidad, pobreza y obediencia, al servicio del Pueblo santo de Dios.
Es ésta una Jornada para dar gracias al Señor por la vida de tantos hombres y mujeres que en la Iglesia universal y en nuestra Archidiócesis, en el ministerio sacerdotal, en la oración y el silencio del claustro, en el servicio a los pobres y marginados, en el acompañamiento a los enfermos y ancianos, en la dedicación a la enseñanza y a la formación de los jóvenes, están gastando generosamente su vida al servicio de Dios y de sus hermanos. Os invito a dar gracias a Dios muy especialmente por el don que supone para la Iglesia la vida oculta y aparentemente inútil a los ojos del mundo, pero preciosa a los ojos de Dios, de nuestros hermanos y hermanas contemplativos, que inmolan su vida por amor al Señor y para su gloria y que son un torrente de gracia para todos nosotros.
Demos gracias a Dios por la vida y el testimonio de todos ellos. Es formidable la riqueza que para la comunidad eclesial constituye la vida consagrada en sus distintos carismas. Que en este domingo y siempre les acompañemos con nuestro afecto y nuestra oración para que sean siempre fieles y el Señor les conceda muchas y santas vocaciones que perpetúen la historia luminosa de sus institutos para gloria de Dios y bien de la Iglesia.
Porque las vocaciones, como afirma el lema de la Jornada de este año, son un “don de la caridad de Dios", invito a todos los fieles de la Archidiócesis a pedir insistentemente cada día “al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies”. Pido a los sacerdotes y religiosos que celebren en este domingo algún acto especial de oración por las vocaciones ante el Santísimo Sacramento. Os invito, queridos fieles de la Archidiócesis, a implicaros en la pastoral de las vocaciones, que es tarea de toda la comunidad cristiana, de los sacerdotes, consagrados, catequistas, padres y madres de familia, educadores y profesores de Religión. Dirijo ahora mi palabra a los niños, adolescentes y jóvenes. Os necesita nuestra Iglesia diocesana, pero, sobre todo, os necesita el Señor. Sí, queridos chicos y chicas de nuestra Archidiócesis: Cristo os necesita para seguir cumpliendo en el mundo su misión salvadora, para anunciar su Palabra, santificar a los hombres a través de los sacramentos, perdonar los pecados, enseñar a los ignorantes, servir a los pobres, consolar a los tristes, acompañar a quienes se sienten solos y abandonados, curar sus heridas físicas y morales y mostrar al Señor a todos como único camino, verdad y vida del mundo.
La Iglesia necesita hoy más que nunca jóvenes alegres, limpios, valientes y generosos dispuestos a entregar su vida al Señor al servicio del Evangelio y de sus hermanos. Os recuerdo unas palabras que os dejó escritas el Beato Juan Pablo II, el Papa de los jóvenes, pocos días antes de su muerte: “Confiad en Jesús, escuchad sus enseñanzas, mirad su rostro, perseverad en la escucha de su Palabra. Dejad que sea Él quien oriente vuestras búsquedas y aspiraciones, vuestros ideales y los anhelos de vuestro corazón”.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla

EVANGELIO DOMINGO 6 DE MAYO. DOMINGO V DE PASCUA


Día litúrgico: Domingo V (B) de Pascua
Texto del Evangelio (Jn 15,1-8): En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto. Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado. Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí.
»Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada. Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis. La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos».
Comentario: Rev. D. Joan MARQUÉS i Suriñach (Vilamarí, Girona, España)
«La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto»
Hoy, el Evangelio presenta la alegoría de la vid y los sarmientos. Cristo es la verdadera vid, nosotros somos los sarmientos y el Padre es el viñador.
El Padre quiere que demos mucho fruto. Es lógico. Un viñador planta la viña y la cultiva para que produzca fruto abundante. Si nosotros montamos una empresa, querremos que rinda. Jesús insiste: «Yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto» (Jn 15,16).

Eres un elegido. Dios se ha fijado en ti. Por el bautismo te ha injertado en la viña que es Cristo. Tienes la vida de Cristo, la vida cristiana. Posees el elemento principal para dar fruto: la unión con Cristo, porque «el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid» (Jn 15,4). Jesús lo dice taxativamente: «Separados de mí no podéis hacer nada» (Jn 15,5). «Su fuerza no es sino suavidad; nada hay tan blando como esto, y nada como esto tan firme» (San Francisco de Sales). ¿Cuántas cosas has querido hacer sin Cristo? El fruto que el Padre espera de nosotros es el de las buenas obras, el de la práctica de las virtudes. ¿Cuál es la unión con Cristo que nos hace capaces de dar este fruto? La fe y la caridad, es decir, permanecer en gracia de Dios.

Cuando vives en gracia, todos los actos de virtud son frutos agradables al Padre. Son obras que Jesucristo hace a través tuyo. Son obras de Cristo que dan gloria al Padre y se convierten en cielo para ti. ¡Vale la pena vivir siempre en gracia de Dios! «Si alguno no permanece en mí [por el pecado], es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego (...) los echan al fuego y arden» (Jn 15,6). Es una clara alusión al infierno. ¿Eres como un sarmiento lleno de vida?
Que la Virgen María nos ayude a aumentar la gracia para que produzcamos frutos en abundancia que den gloria al Padre.

FUNCION A LA DIVINA PASTORA DE LAS ALMAS







Fotos: Pedro Carrasco Postigo

BESAMANO DIVINA PASTORA DE LAS ALMAS













Fotos: Pedro Carrasco Postigo