viernes, 19 de agosto de 2011

REGLAS HERMANDAD SACRAMENTAL (XV)


APENDICE IV

ACTO DE PROTESTACION DE FE CATOLICA

“En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Para mayor Gloria de Nuestro Redentor y Señor, a quién especialmente adoramos y veneramos en el Santísimo Sacramento del Altar. Para honra y devoción de su bendita Madre, la Virgen María, Nuestra Señora.

Nosotros, el Hermano Mayor, Oficiales y demás miembros de esta Antigua y Fervorosa Hermandad y Cofradía del Santísimo Sacramento y de la Divina Pastora de las Almas y Animas Benditas del Purgatorio, conónicamente establecida en la Parroquia de Santa María Magdalena de esta ciudad de Dos Hermanas y en este día, en que celebramos la Fiesta Principal de nuestro Instituto, deseando dar testimonio de nuestra fé y creencias; solemne y públicamente declaramos y confesamos, que:

Creemos en un sólo Dios Todopoderoso, Padre Hijo y Espíritu Santo, tres personas distintas y un sólo Dios Verdadero; creemos que Jesucristo, el Hijo unigénito del Padre, se hizo hombre en las entrañas purísimas de la siempre Virgen María; creemos que El, Señor Nuestro, Dios y Hombre, padeció y murió en una cruz para salvarnos y redimirnos del pecado; que resucitó al tercer día, que subió al cielo y está a la diestra de Dios Padre; creemos en el Espíritu Santo, que procede del Padre y del Hijo; creemos en la Iglesia que es Una, Santa, Católica, Apostólica y Romana; creemos en el perdón de los pecados; en la Resurrección de la carne y en la Vida Eterna.

Declaramos que creemos en todos los demás Misterios y Sacramentos de nuestra Religión y muy especialmente en la Real y Verdadera presencia del Señor en el Santísimo y Augusto Sacramento de la Eucaristía, principio y fin de nuestra Fervorosa Hermandad.

Asimismo, creemos y confesamos el Misterio de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, Señora Nuestra, que fue concebida limpia de toda mancha, desde el primer instante de su ser natural y que ésta Inmaculada Madre de Dios, terminado el curso de su vida terrena, fue asunta en Cuerpo y Alma a la Gloria.

Y hacemos voto y juramento, sujeto al magisterio de la Iglesia, de sentir, creer y confesar que la Inmaculada Virgen Asunta al Cielo, es la Reina de los Angeles y de los hombres, del Cielo y de la Tierra y que es Corredentora y Mediadora Universal en la dispensación de todas las Gracias.

¡Virgen Inmaculada! Recibe esta protestación de nuestra fe, juntamente con nuestros votos y juramentos, como muestra de filial amor que os profesamos.

Guarda siempre bajo Tu manto protector, a estos tus hijos, Madre Misericordiosa. No nos abandones nunca, ni en la Vida, ni en el trance supremo de la Muerte, para que allá en la Patria Celestial, podamos gozar de la presencia de Jesús, Fruto Bendito de tu Vientre, por toda la Eternidad”.

ASI SEA.

A continuación, e inspirados en las antiguas Reglas de esta Hermandad y Cofradía, se responderá “SI, CREO” a las preguntas formuladas por el sacerdote, las mismas que se realizan en la noche de la Vigilia Pascual.

DISCURSO DEL PAPA A LOS JOVENES EN MADRID


Queridos amigos:

Agradezco las cariñosas palabras que me han dirigido los jóvenes representantes de los cinco continentes. Y saludo con afecto a todos los que estáis aquí congregados, jóvenes de Oceanía, África, América, Asia y Europa; y también a los que no pudieron venir. Siempre os tengo muy presentes y rezo por vosotros. Dios me ha concedido la gracia de poder veros y oíros más de cerca, y de ponernos juntos a la escucha de su Palabra.

En la lectura que se ha proclamado antes, hemos oído un pasaje del Evangelio en que se habla de acoger las palabras de Jesús y de ponerlas en práctica. Hay palabras que solamente sirven para entretener, y pasan como el viento; otras instruyen la mente en algunos aspectos; las de Jesús, en cambio, han de llegar al corazón, arraigar en él y fraguar toda la vida. Sin esto, se quedan vacías y se vuelven efímeras. No nos acercan a Él. Y, de este modo, Cristo sigue siendo lejano, como una voz entre otras muchas que nos rodean y a las que estamos tan acostumbrados. El Maestro que habla, además, no enseña lo que ha aprendido de otros, sino lo que Él mismo es, el único que conoce de verdad el camino del hombre hacia Dios, porque es Él quien lo ha abierto para nosotros, lo ha creado para que podamos alcanzar la vida auténtica, la que siempre vale la pena vivir en toda circunstancia y que ni siquiera la muerte puede destruir. El Evangelio prosigue explicando estas cosas con la sugestiva imagen de quien construye sobre roca firme, resistente a las embestidas de las adversidades, contrariamente a quien edifica sobre arena, tal vez en un paraje paradisíaco, podríamos decir hoy, pero que se desmorona con el primer azote de los vientos y se convierte en ruinas.

Queridos jóvenes, escuchad de verdad las palabras del Señor para que sean en vosotros «espíritu y vida» (Jn 6,63), raíces que alimentan vuestro ser, pautas de conducta que nos asemejen a la persona de Cristo, siendo pobres de espíritu, hambrientos de justicia, misericordiosos, limpios de corazón, amantes de la paz. Hacedlo cada día con frecuencia, como se hace con el único Amigo que no defrauda y con el que queremos compartir el camino de la vida. Bien sabéis que, cuando no se camina al lado de Cristo, que nos guía, nos dispersamos por otras sendas, como la de nuestros propios impulsos ciegos y egoístas, la de propuestas halagadoras pero interesadas, engañosas y volubles, que dejan el vacío y la frustración tras de sí.

Aprovechad estos días para conocer mejor a Cristo y cercioraros de que, enraizados en Él, vuestro entusiasmo y alegría, vuestros deseos de ir a más, de llegar a lo más alto, hasta Dios, tienen siempre futuro cierto, porque la vida en plenitud ya se ha aposentado dentro de vuestro ser. Hacedla crecer con la gracia divina, generosamente y sin mediocridad, planteándoos seriamente la meta de la santidad. Y, ante nuestras flaquezas, que a veces nos abruman, contamos también con la misericordia del Señor, siempre dispuesto a darnos de nuevo la mano y que nos ofrece el perdón en el sacramento de la Penitencia.

Al edificar sobre la roca firme, no solamente vuestra vida será sólida y estable, sino que contribuirá a proyectar la luz de Cristo sobre vuestros coetáneos y sobre toda la humanidad, mostrando una alternativa válida a tantos como se han venido abajo en la vida, porque los fundamentos de su existencia eran inconsistentes. A tantos que se contentan con seguir las corrientes de moda, se cobijan en el interés inmediato, olvidando la justicia verdadera, o se refugian en pareceres propios en vez de buscar la verdad sin adjetivos.

Sí, hay muchos que, creyéndose dioses, piensan no tener necesidad de más raíces ni cimientos que ellos mismos.

Desearían decidir por sí solos lo que es verdad o no, lo que es bueno o malo, lo justo o lo injusto; decidir quién es digno de vivir o puede ser sacrificado en aras de otras preferencias; dar en cada instante un paso al azar, sin rumbo fijo, dejándose llevar por el impulso de cada momento. Estas tentaciones siempre están al acecho. Es importante no sucumbir a ellas, porque, en realidad, conducen a algo tan evanescente como una existencia sin horizontes, una libertad sin Dios. Nosotros, en cambio, sabemos bien que hemos sido creados libres, a imagen de Dios, precisamente para que seamos protagonistas de la búsqueda de la verdad y del bien, responsables de nuestras acciones, y no meros ejecutores ciegos, colaboradores creativos en la tarea de cultivar y embellecer la obra de la creación. Dios quiere un interlocutor responsable, alguien que pueda dialogar con Él y amarle. Por Cristo lo podemos conseguir verdaderamente y, arraigados en Él, damos alas a nuestra libertad. ¿No es este el gran motivo de nuestra alegría? ¿No es este un suelo firme para edificar la civilización del amor y de la vida, capaz de humanizar a todo hombre?

Queridos amigos: sed prudentes y sabios, edificad vuestras vidas sobre el cimiento firme que es Cristo. Esta sabiduría y prudencia guiará vuestros pasos, nada os hará temblar y en vuestro corazón reinará la paz. Entonces seréis bienaventurados, dichosos, y vuestra alegría contagiará a los demás. Se preguntarán por el secreto de vuestra vida y descubrirán que la roca que sostiene todo el edificio y sobre la que se asienta toda vuestra existencia es la persona misma de Cristo, vuestro amigo, hermano y Señor, el Hijo de Dios hecho hombre, que da consistencia a todo el universo. Él murió por nosotros y resucitó para que tuviéramos vida, y ahora, desde el trono del Padre, sigue vivo y cercano a todos los hombres, velando continuamente con amor por cada uno de nosotros.

Encomiendo los frutos de esta Jornada Mundial de la Juventud a la Santísima Virgen María, que supo decir «sí» a la voluntad de Dios, y nos enseña como nadie la fidelidad a su divino Hijo, al que siguió hasta su muerte en la cruz.

Meditaremos todo esto más detenidamente en las diversas estaciones del Via crucis. Y pidamos que, como Ella, nuestro «sí» de hoy a Cristo sea también un «sí» incondicional a su amistad, al final de esta Jornada y durante toda nuestra vida.

Muchas gracias.


viernes, 12 de agosto de 2011

TEMAS DE REFLEXION

En el presente mes de agosto iniciamos una nueva sección llamada "Temas de Reflexión". En ésta, mensualmente iremos insertando un tema determinado para su lectura y al final incluiremos algunas preguntas para su reflexión. Esperamos y deseamos que sea del interés de todos y sirva para el enriquecimiento espiritual de todos.



TEMA DE REFLEXION MES DE AGOSTO.

LOS SACRAMENTOS DE LA INICIACIÓN CRISTIANA

El Bautismo (I)

Los tres primeros Sacramentos –Bautismo, Confirmación, Eucaristía- se denominan de la iniciación cristiana, porque tienen la principalísima finalidad de convertirnos en nueva criatura, en hijos de Dios en Cristo. El Bautismo es el nacimiento a la vida sobrenatural cristiana; la Confirmación, el desarrollo y el asentamiento en el alma de esa vida sobrenatural, por la acción del Espíritu Santo y la Eucaristía, el arraigo de esa vida de Cristo en el alma, vivida más personalmente con Él.
“Mediante los sacramentos de la iniciación cristiana, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, se ponen los fundamentos de toda la vida cristiana. La participación en la naturaleza divina que los hombres reciben como don, mediante la gracia de Cristo, tiene cierta analogía con el origen, el crecimiento y el sustento de la vida natural. En efecto, los fieles renacidos en el Bautismo se fortalecen con el sacramento de la Confirmación y, finalmente, son alimentados en la Eucaristía con el manjar de la vida eterna; así, por medio de estos sacramentos de la iniciación cristiana, reciben cada vez, con más abundancia, los tesoros de la vida divina y avanzan hacia la perfección de la caridad” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1212).

El nacimiento y la conversión a la vida divina son el resultado de recibir la Gracia, la participación en la naturaleza divina, que injerta en nosotros un principio de vida sobrenatural. El cristiano está verdaderamente injertado en Cristo. Nos convertimos en hijos de Dios en Cristo sin dejar de ser seres humanos y, siendo hombres-hijos de Dios en Cristo, comenzamos a vivir y actuar.

Este proceso, repetimos, comienza con el Bautismo:
“El santo Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el espíritu y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos. Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión. El bautismo es el sacramento del nuevo nacimiento por el agua y la palabra” (Catecismo, n. 1213).

“El Bautismo no sólo purifica de todos los pecados sino que también convierte al neófito en una nueva creación, un hijo adoptivo de Dios, que ha sido hecho partícipe de la naturaleza divina, miembro de Cristo, coheredero con Él y templo del Espíritu Santo” (Catecismo, n. 1265)
La acción de la Gracia en la persona del bautizado se puede resumir en estas palabras del Catecismo, a las que tendremos ocasión de referirnos a lo largo de estas reflexiones:

  • “le hace capaz de creer en Dios, de esperar en Él y de amarlo mediante las virtudes teologales (Fe, Esperanza, Caridad);
  • le concede poder vivir y obrar bajo la moción del Espíritu Santo mediante los Dones del Espíritu Santo;
  • le permite crecer en el bien mediante las virtudes morales.
    Así, todo el organismo de la vida sobrenatural del cristiano tiene su raíz en el santo Bautismo” (Catecismo de la Iglesia, n. 1266)
    Con el Bautismo, el bautizado deja de ser solamente una criatura “a imagen y semejanza” y se convierte en verdadero hijo de Dios en Cristo, al actualizarse, al hacerse acto, en esa “participación” la capacidad –potencia- de ser hijo de Dios, con la que todo ser humano llega a este mundo.

Esta nueva condición del hombre bautizado no se pierde jamás. “El Bautismo imprime en el cristiano un sello espiritual indeleble (carácter) de su pertenencia a Cristo. Este sello no es borrado por ningún pecado, aunque el pecado impida al Bautismo dar frutos de salvación” (Catecismo de la Iglesia, n. 1272).

Esta afirmación significa que el bautizado nunca pierde su condición de hijo de Dios en Cristo, raíz y fundamento de la vida sobrenatural, del vivir nosotros en Dios, con Cristo, en el Espíritu Santo; y del vivir Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo en nosotros. Es el fundamento y la razón por la que podemos decir que todo cristiano está injertado en Cristo y que, con San Pablo, podemos también llegar a afirmar que Cristo vive en mí.

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Cuestionario


  • ¿Retraso innecesariamente el bautizo de un hijo, de un nieto?
  • Cuando asisto y participo en un bautizo, ¿procuro revivir mi propio bautismo, y dar gracias a Dios por haberlo recibido?
  • ¿Soy consciente de que el Bautismo, al convertirme en hijo de Dios en Cristo, entro a formar parte de la propia familia de Dios?