El gozo esperanzado que poseyó Santa María por el futuro próximo de su
parto.
Cuando se espera algún acontecimiento importante que trae consigo tristeza
y pena la reacción espontánea de la persona normal es de temor acompañado a
veces por la congoja y angustia que tiende a aumentarse por la fantasía ante la
consideración de los males futuros previsibles. Cuando por el contrario se
prevé la llegada de un bien que tiene una entidad considerable se vive en una
espera atenta y presurosa que va desde el anhelo y la ansiedad hasta la euforia
acompañada de una prisa impaciente. A mayor mal futuro, más miedo; a mejor bien
futuro, más esperanza gozosa.
Algo de esto pasó al Pueblo de Israel
que conocía su carácter de transitoriedad funcional, al menos en los círculos
más creyentes o especializados en la espiritualidad premesiánica. El
convencimiento de que la llegada del Mesías Salvador era inminente hizo que
muchos judíos piadosos vivieran en una tensión de anhelo creciente —basta
pensar en el anciano Simeón— hasta poder descubrir en Jesús al Mesías que se
había prometido a la humanidad desde los primeros tiempos posteriores al
Pecado.
Era todo un Adviento.
Y como el Mesías llega por la Madre Virgen, es imposible preparar la
Navidad prescindiendo de la contemplación del indecible gozo esperanzado que
poseyó Santa María por el futuro próximo inmediato de su parto. Eso es lo que
se quiere expresar con "La Expectación del Parto", o "El día de
Santa María" como se le llamó también en otro tiempo, o "Nuestra
Señora de la O" como popularmente también se le denomina hoy.
Fue en España, concretamente en Toledo, en el décimo concilio que se
celebró en el año 656, siendo S. Eugenio III el obispo de aquella sede y que
posteriormente un muy devoto de la Virgen María —San Ildefonso- se tomó
bastante en serio propagar.
La intuición del pueblo denominando a la expectante Doncella joven
"Virgen de la O" está basada en la directa contemplación de las obras
pictóricas o esculturales que presentan piadosamente la natural redondez
abultada de la Virgen grávida.
El origen del título es no obstante más espiritual, más fino, más litúrgico
y menos somático. Tiene su origen en que las antífonas marianas del rezo de
vísperas comienzan con la O: O Sapientia, O Adonai, O Enmanuel... veni!
Advertir una vez más que tienen un
notable valor catequético las dignas representaciones de los misterios de la
fe, y que, en ocasiones, enseñan al pueblo sencillo más que los libros y la
misma liturgia. Es bueno tenerlo en cuenta a la hora de atender las peticiones
de las modas iconoclastas que a temporadas van vienen por las iglesias.
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