Comentario: Rev. D. Josep VALL i Mundó (Barcelona, España)
«Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco»
Hoy, la Iglesia celebra el Bautismo del Señor. Aquel día, todas las aguas del mundo fueron purificadas y recibieron la fuerza para significar la limpieza de pecado. Aunque el Bautismo que administraba Juan tenía sólo un significado de conversión y de reconocimiento de nuestra pecabilidad, Jesús quiso pasar por ahí por solidaridad con todos los hombres, como Vanguardista de una renovada Humanidad. Él, «que no conoció pecado, [Dios] le hizo pecado por nosotros, para que nos hiciéramos justicia de Dios en Él» (2Cor 5,21). Jesús instituirá el nuevo Bautismo que nos hará hijos de Dios en Él y nos reconciliará con el Padre: será el Cordero de Dios que quitará el pecado del mundo.
«También hoy —escribe san Gregorio Nacianceno— Cristo es iluminado; dejemos que esta luz divina nos penetre. Cristo es bautizado, bajemos con Él al agua, para subir después con Él». Aquel día, en el Jordán se vio descender el Espíritu Santo sobre el Señor y se oyó la voz del Padre: «Eres mi Hijo amado, en ti me complazco» (Mc 1,11). Juan Pablo II comenta que «al salir de las aguas de la fuente sagrada, cada cristiano vuelve a escuchar la voz que un día fue oída cerca del río Jordán: ‘Tú eres mi Hijo...’; y entiende que ha sido asociado al Hijo predilecto, llegando a ser hijo adoptivo».
San Cirilo de Jerusalén nos hace reflexionar sobre este hecho sobrenatural, diciéndonos: «Si tú tienes una piedad sincera, sobre ti descenderá también el Espíritu Santo y oirás la voz del Padre que viene de lo alto: ‘Éste no era mi hijo, pero ahora, después del Bautismo, ha sido hecho hijo mío’». A partir de este momento todos estamos invitados a seguir el mismo Camino de Cristo, a conocer su Verdad y a vivir su misma Vida. Somos elegidos, consagrados y enviados para colaborar en la misión apostólica. Somos también hijos amados y predilectos, y el Padre se complacerá en cada uno de nosotros.
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