sábado, 13 de octubre de 2012

INICIO DEL AÑO DE LA FE




El 11 de octubre se inició el Año de la fe, fecha histórica en que comenzó el Concilio Vaticano II hace 50 años, en 1962, y terminó en 1965.
Estas fueron las palabras de Benedicto XVI en la inauguración del Año de la Fe el jueves 11 de octubre:
 “Si ya en tiempos del Concilio se podía saber, por algunas trágicas páginas de la historia, lo que podía significar una vida, un mundo sin Dios, ahora lamentablemente lo vemos cada día a nuestro alrededor. Se ha difundido el vacío. Pero precisamente a partir de la experiencia de este desierto, de este vacío, es como podemos descubrir nuevamente la alegría de creer, su importancia vital para nosotros, hombres y mujeres. En el desierto se vuelve a descubrir el valor de lo que es esencial para vivir; así, en el mundo contemporáneo, son muchos los signos de la sed de Dios, del sentido último de la vida, a menudo manifestados de forma implícita o negativa. Y en el desierto se necesitan sobre todo personas de fe que, con su propia vida, indiquen el camino hacia la Tierra Prometida y de esta forma mantengan viva la esperanza. La fe vivida abre el corazón a la Gracia de Dios que libera del pesimismo. Hoy más que nunca evangelizar quiere decir dar testimonio de una vida nueva, trasformada por Dios, y así indicar el camino…”
El papa pide a todos los católicos que en este año los fieles laicos leamos todos los documentos del Concilio Vaticano II, el Catecismo completo y la Biblia como fundamentos de la fe. Y que recemos diariamente el Credo:
“Creo en un solo Dios; Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible. Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación, bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin. Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo, recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas. Creo en la Iglesia, que es una santa, católica y apostólica. Confieso que hay un solo Bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén”.

LOS OBJETIVOS DEL AÑO DE LA FE
¿Qué sentido da el Papa a este Año de la fe? ¿Qué objetivos pretende con él?  La respuesta la hallaremos en los dos documentos con los que fueron convocados los dos años de la fe después del Concilio Vaticano II: el de Pablo VI (1967) y ahora el de Benedicto XVI:

1) "Para confirmar nuestra fe rectamente expresada" (Pablo VI), "redescubrir los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada" (Benedicto XVI).

2) "Para promover el estudio de las enseñanzas del Concilio Vaticano II" (Pablo VI), "con el Concilio se nos ha ofrecido una brújula segura para orientarnos en el camino del siglo que comienza" (Benedicto XVI).

3) "Para sostener los esfuerzos de los católicos que buscan profundizar las verdades de la fe" (Pablo VI); "intensificar la reflexión sobre la fe para ayudar a todos los creyentes en Cristo a que su adhesión al Evangelio sea más consciente y vigorosa, sobre todo en un momento de profundo cambio como el que la humanidad está viviendo" (Benedicto XVI).

A estos fines comunes a los dos Papas, Benedicto XVI añade, fijándose en las circunstancias actuales, algunos más:

1) "Invitar a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo".

2) "Comprometerse a favor de una nueva evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe".

3) "Suscitar en todo creyente la aspiración a confesar la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza".

4) "Comprender de manera más profunda no sólo los contenidos de la fe sino, juntamente también con eso, el acto con el que decidimos de entregarnos totalmente y con plena libertad a Dios".

Este último objetivo es el que más recalca el Papa Ratzinger. Le interesa subrayar la inseparabilidad del acto con el que se cree y de los contenidos a los que prestamos nuestro asentimiento:

  • El acto de fe sin contenidos nos conduce a la total subjetivación de la fe.
  • Los contenidos, sin el asentimiento de la fe, instruyen nuestra mente, pero no nos unen a Dios ni son capaces de transformar nuestra vida, de convertirla al Dios vivo. Sólo si la profesión de fe desemboca en confesión del corazón podemos hablar de una fe madura, bien formada, capaz de producir frutos en los demás.

Libro privilegiado del Año de la fe

El año de la fe deberá expresar un compromiso unánime para redescubrir y estudiar los contenidos fundamentales de la fe, sintetizados en el Catecismo de la Iglesia Católica (Porta fidei, nº. 11).

Si de lo que se trata es de reavivar e infundir una nueva linfa a la fe de los creyentes en Cristo, el Catecismo es el camino seguro para conseguirlo. En él se resume y expresa la fe de toda la Iglesia desde sus orígenes hasta nuestros días. En él hallamos:

  • la fe que profesamos (credo)
  • la fe que celebramos (liturgia)
  • la fe que vivimos (moral)
  • la fe que rezamos (oración)
En nuestro tiempo, en el que los contenidos objetivos de la fe cristiana son muchas veces devaluados, sometidos a crítica destructiva, preteridos, ha llegado el momento de apuntar el zoom sobre la fe en toda su riqueza de doctrina, fruto de veinte siglos de reflexión y de vida.
¡Un año entero para ello hará mucho bien a toda la comunidad de la iglesia!

No hay comentarios: