ANTIGUA Y FERVOROSA HERMANDAD Y COFRADIA DEL
SANTISIMO SACRAMENTO, DIVINA PASTORA DE LAS ALMAS Y
ANIMAS BENDITAS DEL PURGATORIO
DOS
HERMANAS
DIPUTACION DE CULTOS
Las Obras de Misericordias Espirituales y Corporales.
(I)
El mundo que nos rodea, nuestra familia, nuestros
amigos, conocidos y tantas otras personas con las que tratamos por motivos
artísticos, deportivos, profesionales, políticos, etc., esperan siempre de
nosotros –aunque, a veces, no son muy conscientes; aunque lo quieran, digan no
quererlo- un claro testimonio de nuestra Fe en Cristo, Hijo de Dios hecho
hombre, y en nuestra realidad de hijos de Dios en Cristo Jesús.
Nos lo han recordado todos los Romanos Pontífices;
Papa Francisco insiste con frecuencia en esta responsabilidad del cristiano: la
necesidad de ser testigos de la Resurrección de Cristo, de la vida de Cristo,
con nuestra propia vida, con nuestras acciones.
¿Cómo podemos manifestar nuestra Fe en Nuestro Señor
Jesucristo a los demás? ¿Cómo podemos acercarle a la persona del Señor, para
que se den cuenta de que vale la pena creer en Él y amarle?
Esta Fe, que nos lleva a comprender el sentido de
nuestro vivir en la tierra, se manifiesta en la Caridad. Ya nos lo recordó el
apóstol Santiago: “La fe, si no tiene obras, está muerta. Mas dirá alguno: “Tú
tienes fe y yo tengo obras”. Muéstrame sin las obras tu fe, que yo por mis
obras te mostraré la fe” (Sant 2, 17-18).
El mismo Señor nos da también claramente la respuesta:
“Aunque no me creáis a mí, creed en las obras que Yo hago, para que conozcáis y
sepáis que el Padre está en mí y Yo en el Padre” (Jn 10, 38).
Al enviar a sus apóstoles a anunciar el Reino de los
Cielos, Jesucristo les mandó “predicar el Evangelio”; anunciar, por tanto,
vuestra Fe con las palabras; y además les dijo: “en esto conocerán que sois mis
discípulos; en que os amáis los unos a los otros”. O sea, manifestar vuestra Fe
con vuestra Caridad.
El discípulo de Nuestro Señor Jesucristo manifiesta su
Fe en Él con sus palabras y con sus obras; además, lógicamente, con el ejemplo
de su vida, como ocurre cuando una enfermedad, una contrariedad imposible de superar,
le impide desarrollar las buenas acciones que deseaba llevar a cabo. En casos
semejantes, la obra que manifiesta su Fe es la aceptación y el ofrecimiento del
sacrificio, que une así a la redención de Cristo.
Entre las obras que podemos realizar y que manifiestan
la Fe y la Caridad del cristiano, están catorce acciones que, desde hace
siglos, se conocen con el nombre de Obras de Misericordia.
Estas Obras son el camino para que los creyentes
manifestemos a todos los hombres el Amor que Dios les tiene. Ese Amor se
expresa queriendo a cada persona en las circunstancias y condiciones en las que
se encuentre. Amando a la persona, al hijo de Dios que es cada ser humano, el
cristiano lo ama en su plenitud personal, y lo ama como persona, no por su
inteligencia, ni por su cuerpo, ni por sus cualidades artísticas, etc., sino, y
esencialmente por ser persona: un yo creado por Dios a su imagen y semejanza.
Todas estas acciones son muy normales y corrientes, y
todos podemos llevarlas a cabo en cualquier situación de nuestra vida. Y, en
verdad, podemos decir que las obras de misericordia son una manifestación de
que es posible vivir los Mandamientos de Dios, el amor de Dios, en medio del
mundo, en familia, en el desarrollo de los trabajos profesionales de cualquier
tipo.
El pueblo cristiano, consciente de esa realidad, y
conociendo que en cada “persona” el alma y el cuerpo forman una unidad
indisoluble, ha dividido estas obras en dos grandes grupos de siete cada uno: siete
obras de misericordia espirituales y siete corporales.
Las espirituales se refieren, principalmente, a las
necesidades del espíritu; y las corporales a las del cuerpo; y son las
siguientes:
Espirituales.
- -Enseñar
al que no sabe;
- -Dar
buen consejo al que lo necesita.
- -Corregir
al que yerra.
- -Perdonar
las injurias.
- -Consolar
al triste.
- -Sufrir
con paciencia los defectos del prójimo.
- -Rogar
a Dios por vivos y difuntos.
Corporales.
- -Visitar
y cuidar a los enfermos.
- -Dar de
comer al hambriento.
- -Dar de
beber al sediento.
- -Dar
posada al peregrino.
- -Vestir
al desnudo.
- -Redimir
al cautivo.
- -Enterrar
a los muertos.
En su conjunto, estas obras de misericordia son la
respuesta de los cristianos al Mandamiento Nuevo que nos dio, y que expresó con
estas palabras: “Llevad los unos las cargas de los otros, y así cumpliréis la
Ley de Cristo” (Gal 6, 2)”. “Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos
a los otros; que como Yo os he amado, así también os améis los unos a los
otros” (Jn 13, 34).
El mismo Señor nos las explicó claramente en el
Evangelio: “Entonces dirá el Rey a los que están a su derecha: Venid, benditos
de mi Padre, tomad posesión del reino preparado para vosotros desde la creación
del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de
beber; peregrino, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo y
me visitasteis; preso y vinisteis a verme. Y le responderán los justos: Señor,
¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, sediento y te dimos de beber?
¿Cuándo te vimos peregrino y te acogimos, desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te
vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte? Y el Rey les dirá: En verdad os
digo que cuantas veces hicisteis eso a uno de estos mis hermanos menores, a mí
me lo hicisteis” (Mt 25, 34-40).
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