sábado, 31 de diciembre de 2011

JORNADA DE LA FAMILIA EN MADRID




Cientos de miles de personas asisten a la Misa de las Familias en Madrid

30 DIC 2011

La madrileña plaza de Colón se ha convertido en un enorme templo a cielo abierto donde cientos de miles de familias procedentes de distintos puntos de Europa y España, han celebrado la Misa de la 'Jornada de la Sagrada Familia'.

· Cientos de miles de personas han asistido a la Misa de las Familias que se ha celebrado en la madrileña Plaza de Colón y que ha sido presidida por el cardenal arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal Española, Antonio Maria Rouco Varela.

Entre las personalidades que han asistido a la misa destaca la recientemente nombrada alcaldesa de Madrid, Ana Botella, que también asistió el año pasado y a la que el cardenal Rouco ha dedicado su agradecimiento al final de la eucaristía.

Asimismo, han acudido el eurodiputado y exministro del Partido Popular, Jaime Mayor Oreja, que también repite en este encuentro y el senador designado por la Asamblea de Madrid, Luis Peral. Entre los presentes, también se encontraba el presidente del Foro de la Familia, Benigno Blanco.

Rouco tilda de estremecedor el número de abortos

El cardenal arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE) ha advertido de que el hombre "no es dueño" de la vida ni de la familia ni el matrimonio, ensu homilía de la Misa de las Familias que se ha celebrado en la madrileña Plaza de Colón.

En este sentido, ha advertido de que el hombre no es dueño sino "servidor de la vida desde el momento en que es concebida hasta la muerte natural" y que, por tanto, "ninguna instancia humana puede disponer de la vida humana de un ser inocente".

Mensaje del Papa

Animados con cánticos y villancicos de la Orquesta Sinfónica del Camino Neocatecumenal y con el testimonio de familias numerosas, novios y jóvenes, las familias católicas han disfrutado delmensaje del Papa.

Benedicto XVI ha exhortado a las familias a dejarse "guiar por la Iglesia" sin ceder "a tantas fuerzas mundanas que amenazan el gran tesoro de la familia" el cual deben "custodiar cada día", en el mensaje dirigido a los participantes a la Misa de las familias que ha tenido lugar este viernes en la Plaza de Colón de Madrid.

En este mensaje, leído por el Arzobispo de Madrid, el cardenal Antonio María Rouco Varela antes de comenzar la liturgia, el Papa ha declarado que la familia debe participar de forma "viva y responsable en la misión de la Iglesia de manera propia y original", al mismo tiempo que ha recordado que Jesús aprendió "en el hogar de Nazareth" de alguna manera "el modo humano de vivir".

Así, ha recordado que Jesús entró en el mundo a través de la familia "donde el ser humano está más dispuesto a desear lo mejor para el otro, a desvivirse por él y a anteponer el amor por encima de cualquier otro interés o pretensión".

Las peticiones de la Misa de las Familias

La Protección de la vida por parte de los gobiernos y del Gobierno español, los pobres y parados, los ancianos y la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) de Madrid han sido los temas destacados delas peticiones de la Misa de las Familias que se ha celebrado en la madrileña Plaza de Colón.

Así, un joven ha pedido para que los gobiernos, también el Gobierno español, "protejan la vida humana desde su concepción hasta la muerte natural".

lunes, 26 de diciembre de 2011

MENSAJE DEL PAPA POR NAVIDAD




BENEDICTO XVI: EL PRÍNCIPE DE LA PAZ CONCEDA PAZ Y ESTABILIDAD A LA TIERRA



Mensaje papal por Navidad

CIUDAD DEL VATICANO, domingo 25 diciembre 2011 (ZENIT.org).- A las doce de mediodía de este domingo 25 de diciembre, solemnidad de la Natividad del Señor, desde el balcón de la Bendición de la basílica vaticana, Benedicto XVI dirigió el tradicional mensaje navideño a los fieles presentes en la plaza de San Pedro y a cuantos los escuchaban por la radio y la televisión. Sigue el texto del mensaje del papa para la Navidad 2011.

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Queridos hermanos y hermanas de Roma y del mundo entero:

Cristo nos ha nacido. Gloria a Dios en el cielo, y paz a los hombres que él ama. Que llegue a todos el eco del anuncio de Belén, que la Iglesia católica hace resonar en todos los continentes, más allá de todo confín de nacionalidad, lengua y cultura. El Hijo de la Virgen María ha nacido para todos, es el Salvador de todos.

Así lo invoca una antigua antífona litúrgica: «Oh Emmanuel, rey y legislador nuestro, esperanza de las naciones y salvador de los pueblos, ven a salvarnos, Señor Dios nuestro». Veni ad salvandum nos. Este es el clamor del hombre de todos los tiempos, que siente no saber superar por sí solo las dificultades y peligros. Que necesita poner su mano en otra más grande y fuerte, una mano tendida hacia él desde lo alto. Queridos hermanos y hermanas, esta mano es Cristo, nacido en Belén de la Virgen María. Él es la mano que Dios ha tendido a la humanidad, para hacerla salir de las arenas movedizas del pecado y ponerla en pie sobre la roca, la roca firme de su verdad y de su amor (cf. Sal 40,3).

Sí, esto significa el nombre de aquel niño, el nombre que, por voluntad de Dios, le dieron María y José: se llama Jesús, que significa «Salvador» (cf. Mt 1,21; Lc 1,31). Él fue enviado por Dios Padre para salvarnos sobre todo del mal profundo arraigado en el hombre y en la historia: ese mal de la separación de Dios, del orgullo presuntuoso de actuar por sí solo, del ponerse en concurrencia con Dios y ocupar su puesto, del decidir lo que es bueno y es malo, del ser el dueño de la vida y de la muerte (cf. Gn 3,1-7). Este es el gran mal, el gran pecado, del cual nosotros los hombres no podemos salvarnos si no es encomendándonos a la ayuda de Dios, si no es implorándole: «Veni ad salvandum nos - Ven a salvarnos».

Ya el mero hecho de esta súplica al cielo nos pone en la posición justa, nos adentra en la verdad de nosotros mismos: nosotros, en efecto, somos los que clamaron a Dios y han sido salvados (cf. Est 10,3f [griego]). Dios es el Salvador, nosotros, los que estamos en peligro. Él es el médico, nosotros, los enfermos. Reconocerlo es el primer paso hacia la salvación, hacia la salida del laberinto en el que nosotros mismos nos encerramos con nuestro orgullo. Levantar los ojos al cielo, extender las manos e invocar ayuda, es la vía de salida, siempre y cuando haya Alguien que escucha, y que pueda venir en nuestro auxilio.

Jesucristo es la prueba de que Dios ha escuchado nuestro clamor. Y, no sólo. Dios tiene un amor tan fuerte por nosotros, que no puede permanecer en sí mismo, que sale de sí mismo y viene entre nosotros, compartiendo nuestra condición hasta el final (cf. Ex 3,7-12). La respuesta que Dios ha dado en Jesús al clamor del hombre supera infinitamente nuestras expectativas, llegando a una solidaridad tal, que no puede ser sólo humana, sino divina. Sólo el Dios que es amor y el amor que es Dios podía optar por salvarnos por esta vía, que es sin duda la más larga, pero es la que respeta su verdad y la nuestra: la vía de la reconciliación, el diálogo y la colaboración.

Por tanto, queridos hermanos y hermanas de Roma y de todo el mundo, dirijámonos en esta Navidad 2011 al Niño de Belén, al Hijo de la Virgen María, y digamos: «Ven a salvarnos». Lo reiteramos unidos espiritualmente tantas personas que viven situaciones difíciles, y haciéndonos voz de los que no tienen voz.

Invoquemos juntos el auxilio divino para los pueblos del Cuerno de África, que sufren a causa del hambre y la carestía, a veces agravada por un persistente estado de inseguridad. Que la comunidad internacional no haga faltar su ayuda a los muchos prófugos de esta región, duramente probados en su dignidad.

Que el Señor conceda consuelo a la población del sureste asiático, especialmente de Tailandia y Filipinas, que se encuentran aún en grave situación de dificultad a causa de las recientes inundaciones.

Y que socorra a la humanidad afligida por tantos conflictos que todavía hoy ensangrientan el planeta. Él, que es el Príncipe de la paz, conceda la paz y la estabilidad a la Tierra en la que ha decidido entrar en el mundo, alentando a la reanudación del diálogo entre israelíes y palestinos. Que haga cesar la violencia en Siria, donde ya se ha derramado tanta sangre. Que favorezca la plena reconciliación y la estabilidad en Irak y Afganistán. Que dé un renovado vigor a la construcción del bien común en todos los sectores de la sociedad en los países del norte de África y Oriente Medio.

Que el nacimiento del Salvador afiance las perspectivas de diálogo y la colaboración en Myanmar, en la búsqueda de soluciones compartidas. Que el nacimiento del Redentor asegure estabilidad política en los países de la región africana de los Grandes Lagos y fortalezca el compromiso de los habitantes de Sudán del Sur para proteger los derechos de todos los ciudadanos

Queridos hermanos y hermanas, volvamos la vista a la gruta de Belén: el niño que contemplamos es nuestra salvación. Él ha traído al mundo un mensaje universal de reconciliación y de paz. Abrámosle nuestros corazones, démosle la bienvenida en nuestras vidas. Repitámosle con confianza y esperanza: «Veni ad salvandum nos».

sábado, 24 de diciembre de 2011

EVANGELIO DOMINGO 25 DE DICIEMBRE. NATIVIDAD DE NUESTRO SEÑOR






Texto del Evangelio (Lc 2,1-14): Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria Quirino. Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad. Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento.

Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de temor. El Ángel les dijo: «No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre». Y de pronto se juntó con el Ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes Él se complace».

Comentario: Mons. Jaume PUJOL i Balcells Arzobispo de Tarragona y Primado de Cataluña (Tarragona, España)

«La Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros» (Jn 1,14)

Hoy, con la sencillez de niños, consideramos el gran misterio de nuestra fe. El nacimiento de Jesús señala la llegada de la "plenitud de los tiempos". Desde el pecado de nuestros primeros padres, el linaje humano se había apartado del Creador. Pero Dios, compadecido de nuestra triste situación, envió a su Hijo eterno, nacido de la Virgen María, para rescatarnos de la esclavitud del pecado.

El apóstol Juan lo explica usando expresiones de gran profundidad teológica: «En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios» (Jn 1,1). Juan llama "Palabra" al Hijo de Dios, la segunda persona de la Santísima Trinidad. Y añade: «Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros» (Jn 1,14).


Esto es lo que celebramos hoy, por eso hacemos fiesta. Maravillados, contemplamos a Jesús acabado de nacer. Es un recién nacido… y, a la vez, Dios omnipotente; sin dejar de ser Dios, ahora es también uno de nosotros.

Ha venido a la tierra para devolvernos la condición de hijos de Dios. Pero es necesario que cada uno acoja en su interior la salvación que Él nos ofrece. Tal como explica san Juan, «a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios» (Jn 1,12). ¡Hijos de Dios! Quedamos admirados ante este misterio inefable: «El Hijo de Dios se ha hecho hijo del hombre para hacer a los hombres hijos de Dios» (San Juan Crisóstomo).

Acojamos a Jesús, busquémosle: solamente en Él encontraremos la salvación, la verdadera solución para nuestros problemas; sólo Él da el sentido último de la vida y de las contrariedades y del dolor. Por esto, hoy os propongo: leamos el Evangelio, meditémoslo; procuremos vivir verdaderamente de acuerdo con la enseñanza de Jesús, el Hijo de Dios que ha venido a nosotros. Y entonces veremos cómo será verdad que, entre todos, haremos un mundo mejor.

Apertura del belen

El pasado día 17 de diciembre, tras la toma de posesión de la nueva Junta de Gobierno, tuvo lugar en la casa Hermandad la bendición y posterior apertura del belén de la Hermandad.

Dicho acto estuvo presidido por nuestro director espiritual y párroco de Sta. Mª Magdalena, Don Lorenzo Nieto Frutos y el vicario parroquial Don Rafael Gutiérrez Fernández.
















Fotos: Pedro Carrasco Postigo

Felicitación de Navidad


Esta es la felicitación de estas navidades para todos nuestros hermanos de la corporación del Santísimo Sacramento, la cual consta de una foto de nuestro hermano Pedro Carrasco Postigo y un texto extraído del nuevo evangelio.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

NUEVO NÚMERO DE TRIUNFAL


Como cada Navidad, la Hermandad Sacramental difunte entre sus hermanos una nueva edición de su Boletín Informativo Triunfal. En esta ocasión no se distribuye a la manera tradicional, sino que verá la luz en formato digital. Aquellos hermanos y allegados de la corporación que deseen leerlo solo tienen que acceder al mismo bien a través de la plataforma Calameo. Es muy fácil. Solo hay que pinchar en la miniatura del mismo que aparece en miniatura a la derecha de este sitio web. También es posible visualizarlo en el formato PDF, en el caso de que algún interesado desee imprimirlo para continuar con la colección de los números publicados (para imprimir, hay que picar en el siguente enlace, y al entrar en la página Scribd, pinchar en la pequeña pestaña superior derecha "Descargar", y no en otras que se refieren a otros programas de propaganda).
Esperamos que disfruten de la obra.

Boletin Hermandad Sacramental Triunfal

lunes, 19 de diciembre de 2011

18 DE DICIEMBRE. DIA DE LA ESPERANZA

EXPECTAClÓN DEL PARTO
DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA


Esperar al Señor que ha de venir es el tema principal del santo tiempo de Adviento que precede a la gran fiesta de Navidad. La liturgia de este período está llena de deseos de la venida del Salvador y recoge los sentimientos de expectación, que empezaron en el momento mismo de la caída de nuestros primeros padres. En aquella ocasión Dios anunció la venida de un Salvador. La humanidad estuvo desde entonces pendiente de esta promesa y adquiere este tema tal importancia que la concreción religiosa del pueblo de Israel se reduce en uno de sus puntos principales a esta espera del Señor. Esperaban los patriarcas, los profetas, los reyes y los justos, todas las almas buenas del Antiguo Testamento. De este ambiente de expectación toma la Iglesia las expresiones anhelantes, vivas y adecuadas para la preparación del misterio de la "nueva Natividad" del salvador Jesús.
En el punto culminante de esta expectación se halla la Santísima Virgen María. Todas aquellas esperanzas culminan en Ella, la que fue elegida entre todas las mujeres para formar en su seno el verdadero Hijo de Dios.
Sobre Ella se ciernen los vaticinios antiguos, en concreto los de Isaías; Ella es la que, como nadie, prepara los caminos del Señor.
Invócala sin cesar la Iglesia en el devotísimo tiempo de Adviento, auténtico mes de María, ya que por Ella hemos de recibir a Cristo.
Con una profunda y delicada visión de estas verdades y del ambiente del susodicho período litúrgico, los padres del décimo concilio de Toledo (656) instituyeron la fiesta que se llamó muy pronto de la Expectación del Parto, y que debía celebrarse ocho días antes de la solemnidad natalicia de nuestro Redentor, o sea el 18 de diciembre.
La razón de su institución la dan los padres del concilio: no todos los años se puede celebrar con el esplendor conveniente la Anunciación de la Santísima Virgen, al coincidir con el tiempo de Cuaresma o la solemnidad pascual, en cuyos días no siempre tienen cabida las fiestas de santos ni es conveniente celebrar un misterio que dice relación con el comienzo de nuestra salvación. Por esto, speciali constitutione sancitur, ut ante octavum diem, quo natus est Dominus, Genitricis quoque eius dies habeatur celeberrimus, et praeclarus "Se establece por especial decreto que el día octavo antes de la Natividad del Señor se tenga dicho día como celebérrimo y preclaro en honor de su santísima Madre".
En este decreto se alude a la celebración de tal fiesta en "muchas otras Iglesias lejanas" y se ordena que se retenga esta costumbre; aunque, para conformarse con la Iglesia romana, se celebrará también la fiesta del 25 de marzo. De hecho, fue en España una de las fiestas más solemnes, y consta que de Toledo pasó a muchas otras iglesias, tanto de la Península como de fuera de ella. Fue llamada también "día de Santa María", y, como hoy, de Nuestra Señora de la O, por empezar en la víspera de esta fiesta las grandes antífonas de la O en las Vísperas.
Además de los padres que estuvieron presentes en el décimo concilio de Toledo, en especial del entonces obispo de aquella sede, San Eugenio III, intervino en su expansión—y también a él se debe el título concreto de Expectación del Parto—aquel otro gran prelado de la misma sede San Ildefonso, que tanto se distinguió por su amor a la Señora.
La fiesta de hoy tenía en los antiguos breviarios y misales su rezo y misa propios. Los textos del oficio, de rito doble mayor, tienen, además de su sabor mariano, el carácter peculiar del tiempo de Adviento, a base de las profecías de Isaías y de otros textos apropiados como los himnos. Nuestro Misal conserva todavía para la presente fecha una misa, toda a base de textos del Adviento. Es un resumen del ardiente suspiro de María, del pueblo de Israel, de la Iglesia y del alma por el Mesías que ha de venir. Sus textos—casi coinciden con la misa del miércoles de las témporas de Adviento, y todavía más con la misa votiva de la Virgen, propia de este período—son de Isaías (introito, epístola y comunión ) y del evangelio de la Anunciación. Las oraciones son las propias de la Virgen en el tiempo de Adviento.
Precisamente en la víspera de este día dan comienzo las antífonas mayores de la O, por empezar todas ellas con esta exclamación de esperanza. Y así continúa la Iglesia por espacio de siete días, del 17 al 23, en este ambiente de santa expectación y demanda de la venida del Salvador.
Nada, pues, más a propósito que la contemplación de María en los sentimientos que Ella tendría en los días inmediatos a la natividad de su divino Hijo. "Si todos los santos del Antiguo Testamento—escribe el padre Giry (Les petits Bollandistes t. 14 p.373 )—desearon con ardor la aparición del Salvador del mundo, ¿cuáles no serían los deseos de Aquella que había sido elegida para ser su Madre, que conocía mejor que ninguna otra criatura la necesidad que tenia la humanidad, la excelencia de su persona y los frutos incomparables que debía producir en la tierra, y la fe y la caridad, que sobrepasan la de todos los patriarcas y profetas? Fue tan grande el deseo de la Santísima Virgen, que nosotros no tenemos palabras para expresar su mérito. Y tampoco podemos concebir cuál fue su gozo cuando Ella vió que sus deseos y los de todos los siglos y de todos los hombres iban a realizarse en Ella y por Ella, ya que iba a dar a luz la esperanza de todas las naciones, Aquel sobre quien se fijaban los ojos de todos en el cielo y en la tierra y miraban como a su libertador."
María, repetimos, está en la cumbre de esta esperanza o, con otras palabras: con María la esperanza es completa, se hace firme. Unidos a Ella, ya que nuestro adviento, el que nosotros esperamos, tuvo principio en la celestial Señora, por haber llevado en su seno virginal a Jesús durante nueve meses, nuestra expectación será más digna del gran Señor que va a venir.
María presenta para el cristiano de hoy la posición que éste debe mantener, máxime en estos días: esperar al Señor. Que Él se incorpore más y más en nosotros, donec formetur Christus in nobis, y que un día, lejano o próximo ya, venga a buscarnos para unirnos definitivamente con Él. El cristiano debe esperar al Señor, donec veniat, hasta que venga para aquel abrazo de unión indisoluble y eterna. Toda la vida del cristiano es una expectación. El modelo de ésta lo ofrece María.
La presente fiesta mariana, como todas las de la Virgen, además de ser un ejemplo, es una intercesión. Debe servir para afianzar y hacer más intensa esta espera y ayudarnos a cantar con Ella, con la Iglesia-Virgen las antífonas mayores del Magniticat: O Sapientia, O Adonai, O Emmanuel..., veni!
ROMUALDO Mª DÍAZ CARBONELL, O. S. B.

sábado, 17 de diciembre de 2011

EVANGELIO DOMINGO 18 DE DICIEMBRE. DOMINGO IV DE ADVINETO



Día litúrgico: Domingo IV (B) de Adviento

Texto del Evangelio (Lc 1,26-38): En aquel tiempo, fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo.

El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin». María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?». El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios». Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel dejándola se fue.

Comentario: Fray Josep Mª MASSANA i Mola OFM (Barcelona, España)

«Vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús»

Hoy, el Evangelio tiene el tono de un cuento popular. Las rondallas empiezan así: «Había una vez...», se presentan los personajes, la época, el lugar y el tema. Ésta llegará al punto álgido con el nudo de la narración; finalmente, hay el desenlace.

San Lucas, de modo semejante, nos cuenta, con tono popular y asequible, la historia más grande. Presenta, no una narración creada por la imaginación, sino una realidad tejida por el mismo Dios con colaboración humana. El punto álgido es: «Vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús» (Lc 1,31).

Este mensaje nos dice que la Navidad está ya cercana. María nos abrirá la puerta con su colaboración en la obra de Dios. La humilde doncella de Nazaret escucha sorprendida el anuncio del Ángel. Precisamente rogaba que Dios enviara pronto al Ungido, para salvar el mundo. Poco se imaginaba, en su modesto entendimiento, que Dios la escogía justamente a Ella para realizar sus planes.

María vive unos momentos tensos, dramáticos, en su corazón: era y quería permanecer virgen; Dios ahora le propone una maternidad. María no lo entiende: «¿Cómo se hará eso?» (Lc 1,34), pregunta. El Ángel le dice que virginidad y maternidad no se contradicen, sino que, por la fuerza del Espíritu Santo, se integran perfectamente. No es que Ella ahora lo entienda mejor. Pero ya le es suficiente, pues el prodigio será obra de Dios: «A Dios nada le es imposible» (Lc 1,38). Por eso responde: «Que se cumplan en mi tus palabras» (Lc 1,38). ¡Que se cumplan! ¡Que se haga! ¡Fiat! Sí. Total aceptación de la Voluntad de Dios, medio a tientas, pero sin condiciones.

En aquel mismo instante, «la Palabra se hizo Carne y habitó entre nosotros» (Jn 1,14). Aquel cuento popular deviene a un mismo tiempo la realidad más divina y más humana. Pablo VI escribió el año 1974: «En María vemos la respuesta que Dios da al misterio del hombre; y la pregunta que el hombre hace sobre Dios y la propia vida».


viernes, 16 de diciembre de 2011

OBRA DE TEATRO




El próximo viernes 13 de enero a las 21 horas se representará en el teatro municipal de Dos Hermanas la obra "La cena de los idiotas". Esta representación correrá a cargo de la compañía FARANDULA, la misma que representó el musical Grease, que está formada por los Antiguos Alumnos Salesianos de la Trinidad de Sevilla Don Bosco. El precio de la entrada es de 8 euros y la recaudación irá destinada a los proyectos y obras sociales de la hermandad.

Las entradas estarán a la venta a partir del martes 27 de diciembre en los siguientes puntos de venta:

*Casa Hermandad calle Calderón de la Barca, 10 de lunes a viernes de 19 a 21 horas

*Bar León, calle Calderón de la Barca *Autoescula Los Panchitos, calle Sta. Mª. Magdalena *Estanco calle Real *Farmacia (Cayetano) calle Canónigo y Peluqueria Aranyo, calle Sta. Mª. Magdalena.


También se pueden hacer reservas anticipadas en el correo electrónico de la hermandad: sacramentaldoshermanas@hotmail.com o a través de cualquier miembro de la junta de gobierno. Con la compra de una entrada ayudarás a la hermandad en sus necesidades y proyectos. Esperamos tu colaboración.

Colabora el Excmo. Ayuntamiento de Dos Hermanas.






martes, 13 de diciembre de 2011

TOMA DE POSESION NUEVA JUNTA

Una vez recibida de Palacio la correspondiente aprobación, el próximo sábado día 17 de los corrientes y a las 13 horas se celebrará en el Sagrario de nuestra parroquia Santa Misa de toma de posesión de la nueva junta de oficiales, donde se jurarán los nuevos cargos. Dicha misa estará presidida por nuestro párroco y director espiritual D. Lorenzo Nieto Frutos.

La nueva junta de oficiales invita a todos los hermanos a que nos acompañe en este acto, donde con su presencia haremos hermandad y ésta seguirá adelante.

La Junta de oficiales que regirá la hermandad durante los próximos cuatro años es la siguiente:

Hermano Mayor Miguel Román Martínez

Consiliario Francisco Tomas Varela Cinta

Celador Pedro Luis Carrasco Valadés

Tesorero Santiago López Rodríguez

Secretario Francisco Javier García Pérez

Archivero Lorenzo Andrés Morales

Mayordomo Manuel Alberto Díaz Cardona

Prioste Santísimo Carlos Vargas González

Prioste Divina Pastora Rafael Chamorro Merencio

Diputado de Cultos Felipe Caso Pérez

Diputado de Animas Manuel Díaz Cardona


domingo, 11 de diciembre de 2011

TERCER DOMINGO DE ADVIENTO. DOMINGO DE GAUDETE


El tercer domingo de Adviento, que hoy celebramos, tiene un nombre específico: Domingo de Gaudete. Recibe ese nombre por la primera palabra en latín de la antífona de entrada, que dice: Gaudéte in Domino semper: íterum dico, gaudéte. (Estad siempre alegres en el Señor, os lo repito, estad alegres). La antífona está tomada de la carta paulina a los filipenses( Flp. 4, 4-5), que sigue diciendo Dominus prope este (el Señor está cerca). Y efectivamente, en este tercer domingo, que marca la mitad del Adviento, la llegada del Señor se ve cercana.Cuando nos acercamos a la celebración del Nacimiento de Jesús, la palabra de Dios nos recuerda cómo las profecías han sido ya cumplidas; que estamos en lo que los teólogos llaman el "ya, pero todavía no".

El Domingo de Gaudete por lo tanto, hace un alto, como el Domingo del Laetare (IV de Cuaresma), a medio camino a través de un tiempo que de otra manera es de carácter penitencial, y significa la cercanía de la venida del Señor. De las "estaciones" que se mantienen en Roma para representar los cuatro domingos de Adviento, la correspondiente a la basílica Vaticana se le asigna al Gaudete, ya que es el más importante de los cuatro domingos

Por ese motivo, en este domingo los signos penitenciales que, moderadamente, se dan en Adviento, hoy se eliminan. Se deben poner más flores, sonar la música y, como más característico, se pueden usar vestiduras de color rosado. Lógicamente, si el templo o parroquia no dispone de ese color, se usa el propio del tiempo, o sea, el morado.

Haciendo algo de historia diremos que el Adviento ha conservado muchas de las características penitenciales que tuvo en su origen, en que se consideraba como una especie de Cuaresma para preparar la llegada del Señor y que comenzaba también cuarenta días antes, el día después de la fiesta de San Martín (12 de noviembre), de aquí que a menudo se le llamara también la "Cuaresma de San Martín" , nombre por el que el Adviento fue conocido desde el siglo V. Tanto en el Oficio como en la Misa a través del Adviento, se hace referencia continua a la segunda venida de nuestro Señor, y se enfatiza en el tercer domingo por medio de la adición de signos permitidos para ese día, como una expresión de alegría.

El Domingo de Gaudete está marcado por un Nuevo Invitatorio, la Iglesia no invita ya a los fieles meramente a adorar "al Señor que va a venir", sino que les llama a una liturgia de alegría porque "el Señor está ahora aquí y al alcance de la mano". La alegría de la espera se enfatiza por las constantes Aleluyas tanto en el Oficio como en la Misa a través de todo el Adviento. La Epístola, tomada de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (5, 16-24), nos incita a regocijarnos“Hermanos: Vivan siempre alegres” y nos urge a prepararnos para encontrarnos con el Salvador a través de oraciones y súplicas y de acciones de gracia, mientras que el Evangelio de Juan (1, 6-8. 19-28) nos habla del Bautista y nos advierte que el Cordero de Dios está ahora entre nosotros, aunque parezca que no le conocemos Hubo un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan”.

El espíritu del Oficio y de la Liturgia a través de todo el Adviento es de espera y de preparación para la fiesta de Navidad así como para la segunda venida de Cristo, y los ejercicios penitenciales, que han sido adecuados para ese espíritu, son suspendidos en el Domingo de Gaudete para simbolizar la alegría y el regocijo por la Redención Prometida, las cuales nunca deben estar ausentes del corazón del fiel.


sábado, 10 de diciembre de 2011

EVANGELIO DOMINGO 11 DE DICIEMBRE. III DE ADVIENTO



Día litúrgico: Domingo III (B) de Adviento

Texto del Evangelio (Jn 1,6-8.19-28): Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Éste vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por Él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz. Y éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron donde él desde Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle: «¿Quién eres tú?». Él confesó, y no negó; confesó: «Yo no soy el Cristo». Y le preguntaron: «¿Qué, pues? ¿Eres tú Elías?». Él dijo: «No lo soy». «¿Eres tú el profeta?». Respondió: «No». Entonces le dijeron: «¿Quién eres, pues, para que demos respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?». Dijo Él: «Yo soy voz del que clama en el desierto: ‘Rectificad el camino del Señor’, como dijo el profeta Isaías».

Los enviados eran fariseos. Y le preguntaron: «¿Por qué, pues, bautizas, si no eres tú el Cristo, ni Elías, ni el profeta?». Juan les respondió: «Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis, que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa de su sandalia». Esto ocurrió en Betania, al otro lado del Jordán, donde estaba Juan bautizando.

Comentario: Rev. D. Joaquim MESEGUER García (Sant Quirze del Vallès, Barcelona, España)

«En medio de vosotros está uno a quien no conocéis»

Hoy, en medio del Adviento, recibimos una invitación a la alegría y a la esperanza: «Estad siempre alegres y orad sin cesar. Dad gracias por todo» (1Tes 5,16-17). El Señor está cerca: «Hija mía, tu corazón es el cielo para Mí», le dice Jesús a santa Faustina Kowalska (y, ciertamente, el Señor lo querría repetir a cada uno de sus hijos). Es un buen momento para pensar en todo lo que Él ha hecho por nosotros y darle gracias.

La alegría es una característica esencial de la fe. Sentirse amado y salvado por Dios es un gran gozo; sabernos hermanos de Jesucristo que ha dado su vida por nosotros es el motivo principal de la alegría cristiana. Un cristiano abandonado a la tristeza tendrá una vida espiritual raquítica, no llegará a ver todo lo que Dios ha hecho por él y, por tanto, será incapaz de comunicarlo. La alegría cristiana brota de la acción de gracias, sobre todo por el amor que el Señor nos manifiesta; cada domingo lo hacemos comunitariamente al celebrar la Eucaristía.

El Evangelio nos ha presentado la figura de Juan Bautista, el precursor. Juan gozaba de gran popularidad entre el pueblo sencillo; pero, cuando le preguntan, él responde con humildad: «Yo no soy el Mesías...» (cf. Jn 1,21); «Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis, que viene detrás de mí» (Jn 1,26-27). Jesucristo es Aquél a quien esperan; Él es la Luz que ilumina el mundo. El Evangelio no es un mensaje extraño, ni una doctrina entre tantas otras, sino la Buena Nueva que llena de sentido toda vida humana, porque nos ha sido comunicada por Dios mismo que se ha hecho hombre. Todo cristiano está llamado a confesar a Jesucristo y a ser testimonio de su fe. Como discípulos de Cristo, estamos llamados a aportar el don de la luz. Más allá de esas palabras, el mejor testimonio, es y será el ejemplo de una vida fiel.

viernes, 9 de diciembre de 2011

HOMILIA DE MONS. ASENJO PELEGRINA EN LA VIGILIA DE LA INMACULADA


Catedral de Sevilla, 7 de diciembre de 2011.


1. Nos preparamos con esta Vigilia para celebrar la solemnidad de la Inmaculada Concepción, una de las fiestas marianas que más hondamente han calado en la fe y la piedad del pueblo cristiano, que desde hace siglos honra a María con el título de "la Purísima", "la sin pecado". Inicio mi homilía alabando a Dios, "Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales". Doy gracias a Dios con vosotros porque a la hora de diseñar el retrato de la madre de su Hijo, la hizo hermosa, limpia, pura y "llena de gracia".

2. Bendecimos a Dios en esta noche por ser cristianos, porque en nuestro bautismo hemos recibido la misma gracia que hizo inmaculada a nuestra madre desde el primer instante de su concepción. Como María, también nosotros hemos sido favorecidos por el misterio de la predilección de Dios, que nos ha mirado con amor, regalándonos la filiación divina y la gracia santificante en los primeros días de nuestra vida, algo que probablemente no valoramos en toda su trascendencia. Nacidos en una tierra evangelizada en los primeros siglos de nuestra era, ser cristianos nos parece lo más natural. Sin embargo, dos mil años después de la encarnación del Señor, muchos hermanos nuestros, tres cuartas partes de la humanidad, todavía no lo conocen.

3. Perdonadme que os refiera una pequeña historia que me ocurrió el primer domingo de diciembre de 1999. Quiso el Señor que me encontrara en una iglesia de Toledo con un joven japonés, doctor en ciencias jurídicas, miembro de una familia muy ligada al mundo de la cultura en su país, que a través del Camino Neocatecumenal tuvo la dicha de conocer a Jesucristo y a su Iglesia, siendo bautizado en la noche de Pascua de 1998 en la catedral de la Almudena de Madrid. Con lágrimas en los ojos me decía que su infancia había transcurrido sin ninguna referencia religiosa y, al mismo tiempo que me manifestaba su alegría inmensa por ser cristiano, me pedía que encomendara al Señor su perseverancia y que le ayudara con la oración para acercar al Evangelio a su familia. La historia de este joven japonés recién convertido nos invita a alabar a Dios, que nos destinó desde toda la eternidad a ser sus hijos y que ya en los primeros días de nuestra vida nos bendijo con tantos y tan grandes bienes espirituales y celestiales. Él nos eligió en la persona de Cristo para que seamos santos e irreprochables, la respuesta natural a su amor de predilección.

4. Elegidos para ser santos. Todos, adultos y jóvenes. También los jóvenes. Si, santos y jóvenes. No hay incompatibilidad alguna entre estos dos términos. La juventud es el periodo de la vida en el que se forjan los grandes ideales. Este fue el caso de Francisco de Asís, de Francisco Javier, de Santo Domingo Savio, de San Estanilao de Kotska, y de tantos cientos de cristianos de todos los tiempos que han vivido la santidad ya en la juventud. El miedo es el primer obstáculo para ser santos. “Tuve miedo… y por eso me escondí”. Esta es la respuesta de Adán cuando Dios se acerca a él para reemprender el diálogo de amor interrumpido por el pecado. El miedo a que se nos tache de antiguos o raros, la cobardía, la comodidad, el respeto humano y la falta de generosidad son los principales obstáculos que atenazan la voluntad de tantos jóvenes y adultos, que se esconden de Dios que sale a nuestro encuentro cada día con la pasión del buen pastor que busca a la oveja perdida.

5. El segundo obstáculo para ser santos son las seducciones del mundo. “La serpiente me sedujo y comí”, es la respuesta de Eva cuando Dios le pregunta el por qué de su pecado. Hoy como entonces, son muchos los que abandonan la fe, no por razones de orden intelectual, sino por razones de conveniencia. Se dejan llevar por los impulsos y apetencias de cada momento, por lo más cómodo, lo más placentero, por las modas, por el ambiente, por aquello que se nos presenta como lo más moderno o comúnmente aceptado, independientemente de su bondad o malicia, verdad o falsedad. En ello creen encontrar la felicidad, una felicidad artificial y pasajera, fruto de las drogas, del sexo sin barreras y del consumo abusivo de alcohol en las noches locas del fin de semana. Las seducciones del mundo y las añagazas del diablo ahogan la semilla buena sembrada en tantos niños y jóvenes en sus familias, en la catequesis, parroquias y colegios.

6. Muchos jóvenes como vosotros buscan en los sucedáneos la felicidad que no encuentran en sus hogares o en una sociedad en la que se sienten extraños, golpeada por la injusticia, las desigualdades y el egoísmo, un mundo herido por el pecado, que no responde a la voluntad originaria de Dios. La solución, sin embargo, no es refugiarse en una realidad virtual ni resignarse. La esperanza es posible. La victoria del mal no es definitiva, gracias a la mujer que aplasta la cabeza de la serpiente y de cuya descendencia nos viene la salvación. Esta esperanza se cifra en María, a la que con cariño inmenso invocamos en esta noche como la Purísima, la Inmaculada, la limpia y pura. Ella nos da y nos ofrece a Jesucristo, autor de la salvación.

7. María, la primera redimida, obra maestra de la gracia, limpia y sin mancha, es el icono en el que contemplamos la hermosura del plan originario de Dios sobre nosotros y también la grandeza de la redención de Cristo. Como hemos escuchado en el Evangelio, María, la nueva Eva, acoge el plan de Dios, permitiendo que se realice en ella su designio salvador. Siempre dócil a la voluntad de Dios, es para nosotros modelo perfecto en el seguimiento de su Hijo. Ella nos enseña a acoger al Señor en nuestras vidas, renunciando a ser como dioses, la vieja y única tentación del hombre. Ella es la primicia de la nueva humanidad, en la que todos estamos llamados a ser santos.

8. La santidad no es imposible, ni es una quimera inalcanzable. El Señor que nos ha llamado a ella, nos capacita para responder. Él quien nos santifica. Él es el que quiere que todos, jóvenes y adultos, seamos santos con su gracia. Os recuerdo, queridos jóvenes las palabras del Papa Benedicto XVI el pasado 24 de septiembre en Friburgo: “Tened la osadía de ser santos… en cuyos ojos y corazones brille el amor de Cristo, llevando así luz al mundo”. Frente a la felicidad fugaz que os brinda el mundo, el Papa os ofrece el camino de la felicidad auténtica, de la libertad sin recortes, de la verdadera alegría, un camino exigente, de esfuerzo, de renuncias, de tensión moral, en el que se nos pide una decisión por el Señor irrevocable, sin componendas ni medias tintas, pero que nos permite vivir la única vida que merece la pena, la vida de la gracia, la vida divina en nosotros, que es la vida en plenitud.

9. Queridos jóvenes: estáis poniendo los cimientos de vuestra felicidad futura. Construid sobre la roca firme y segura que es Cristo. Él es la plantilla que nos permite escribir sin borrones las páginas más bellas de nuestra historia personal. La contemplación de su vida, la escucha de su Palabra, el trato con Él en la oración y en la recepción de los sacramentos de la penitencia y la eucaristía, os permitirán vivir la vida nueva que Él nos ofrece, la santidad a la que Él nos invita, la fidelidad que Él espera de nosotros, y cuyo arquetipo y modelo es la Virgen Inmaculada. A todos, también a vosotros, os invito a poner en el horizonte de vuestra vida la santidad, sin excusas banales, sin dudas ni temores, despreciando los mitos efímeros y los falsos maestros, que con toda seguridad encontraréis en vuestro camino. Contad con la ayuda del Señor, que en esta noche os dice como al profeta: “No temas, yo estoy contigo”.

10. Contad también con la ayuda de la Iglesia, nuestra más verdadera u auténtica familia. Ella es hogar cálido y mesa familiar, manantial límpido en el que bebemos el agua de la gracia. Ella es la madre y maestra que nos orienta y acompaña, la porción más selecta de la humanidad, la Iglesia de los mártires, de los confesores y de las vírgenes, la Iglesia de los héroes que han dado su vida por Jesús y que nos marcan el camino de nuestra fidelidad. Ante quienes os apunten con el dedo por ser hijos de la Iglesia, sentíos orgullosos de pertenecer a ella, pues si es cierto que en ella hay manchas y arrugas por los pecados de sus miembros, tened por cierto que la luz es infinitamente más intensa que las sombras y que el heroísmo de tantos hermanos y hermanas nuestros es mucho más fuerte que nuestro pecado y nuestra mediocridad.

11. En nuestra decisión de ser santos, contamos sobre todo con el aliento maternal de la Virgen Inmaculada. Ella es madre y medianera de todas las gracias, abogada, socorro y auxilio de los cristianos. María es la mujer que hiere la cabeza de la serpiente en los umbrales de la historia y se nos muestra como garantía segura de victoria (Gén 3,15). Ella es el camino más enderezado y seguro para llegar a Jesús. La liturgia la llama "puerta dichosa del cielo". La llama también "estrella del mar", porque nos guía hacia Cristo, puerto de salvación. Queridos hermanos y hermanas: Llevad siempre a la Virgen en el corazón. Que ella sea siempre el centro de vuestros pensamientos, el norte de vuestros anhelos, el apoyo de vuestras luchas, el bálsamo de vuestros sufrimientos y la causa redoblada de vuestras alegrías.

12. Termino invitándoos con San Bernardo a acudir a ella cada día, cada hora, a cada instante: “Si se levantan los vientos y tropiezas con los escollos de la tentación, mira a la estrella, invoca a María. Si te agitan las olas de la soberbia, de la ambición o de la envidia, mira a la estrella, llama a María. Si la ira, la avaricia o la impureza impelen violentamente la nave de tu alma, mira a María… En los peligros, en las angustias, en las dudas, mira a la estrella, piensa en María, invoca a María. Que María nunca se aparte de tu corazón”. Así sea.

+ Juan José Asenjo Pelegrina

Arzobispo de Sevilla



martes, 6 de diciembre de 2011

EVANGELIO JUEVES 8 DE DICIEMBRE. INMACULA CONCEPCION DE MARIA



Inmaculada Concepción de la Virgen María
Patrona de España, Solemnidad

Evangelio San Lucas 1, 26-38

Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.

Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús.

El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.»

María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios.

Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios.»

Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel dejándola se fue.

INMACULADA CONCEPCION DE MARIA



"Declaramos, pronunciamos y definimos que la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María, en el primer instante de su concepción, fue por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente en previsión de los méritos de Cristo Jesús, Salvador del género humano, preservada inmune de toda mancha de culpa original, ha sido revelada por Dios, por tanto, debe ser firme y constantemente creída por todos los fieles."

Cada 8 de diciembre, la Iglesia celebra el dogma de fe que nos revela que, por la gracia de Dios, la Virgen María fue preservada del pecado desde el momento de su concepción, es decir desde el instante en que María comenzó la vida humana.

El 8 de diciembre de 1854, en su bula Ineffabilis Deus, el Papa Pío IX proclamó este dogma:

"...declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles..."

(Pío IX, Bula Ineffabilis Deus, 8 de diciembre de 1854)

María es la "llena de gracia", del griego "kecharitomene" que significa una particular abundancia de gracia, es un estado sobrenatural en el que el alma está unida con el mismo Dios. María como la Mujer esperada en el Protoevangelio (Gn. 3, 15) se mantiene en enemistad con la serpiente porque es llena de gracia.

Las devociones a la Inmaculada Virgen María son numerosas, y entre sus devotos destacan santos como San Francisco de Asís y San Agustín. Además la devoción a la Concepción Inmaculada de María fue llevada a toda la Iglesia de Occidente por el Papa Sixto IV, en 1483.

El camino para la definición dogmática de la Concepción Inmaculada de María fue trazado por el franciscano Duns Scotto. Se dice que al encontrarse frente a una estatua de la Virgen María hizo esta petición: "Dignare me laudare te: Virgo Sacrata" (Oh Virgen sacrosanta dadme las palabras propias para hablar bien de Ti).

Y luego el franciscano hizo estos cuestionamientos:

1. ¿A Dios le convenía que su Madre naciera sin mancha del pecado original?
Sí, a Dios le convenía que su Madre naciera sin ninguna mancha. Esto es lo más honroso, para Él.

2. ¿Dios podía hacer que su Madre naciera sin mancha de pecado original?
Sí, Dios lo puede todo, y por tanto podía hacer que su Madre naciera sin mancha: Inmaculada.

3. ¿Lo que a Dios le conviene hacer lo hace? ¿O no lo hace?
Todos respondieron: Lo que a Dios le conviene hacer, lo que Dios ve que es mejor hacerlo, lo hace.

Entonces Scotto exclamó:

Luego

1. Para Dios era mejor que su Madre fuera Inmaculada: o sea sin mancha del pecado original.

2. Dios podía hacer que su Madre naciera Inmaculada: sin mancha

3. Por lo tanto: Dios hizo que María naciera sin mancha del pecado original. Porque Dios cuando sabe que algo es mejor hacerlo, lo hace.

La Virgen María es Inmaculada gracias a Cristo su hijo, puesto que Él iba a nacer de su seno es que Dios la hizo Inmaculada para que tenga un vientre puro donde encarnarse. Ahí se demuestra cómo Jesús es Salvador en la guarda de Dios con María y la omnipotencia del Padre se revela como la causa de este don. Así, María nunca se inclinó ante las concupiscencias y su grandeza demuestra que como ser humano era libre pero nunca ofendió a Dios y así no perdió la enorme gracia que Él le otorgó.

La Inmaculada Virgen María nos muestra la necesidad de tener un corazón puro para que el Señor Jesús pueda vivir en nuestro interior y de ahí naciese la Salvación. Y consagrarnos a ella nos lleva a que nuestra plegaria sea el medio por el cual se nos revele Jesucristo plenamente y nos lleve al camino por el cual seremos colmados por el Espíritu Santo.